Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 23/5/12
Iñigo Urkullu ha decidido jugársela en el doble reto que le aguarda, a la vuelta de la esquina, al PNV, el partido que preside. Al aceptar el novedoso proceso interno de elección de candidato a lehendakari, que indefectiblemente le colocaba como el aspirante incontestable a pesar de romper por el camino una norma no escrita pero respetada que era la incompatibilidad de cargos que recae sobre el máximo responsable del EBB, Urkullu emprende una cruzada con el propósito de ganar otra vez en las urnas a la izquierda abertzale y, de paso, recuperar el poder perdido ante Patxi López.
Se avecinan, sin duda, las elecciones más comprometidas para el futuro político del PNV desde aquella cruenta batalla entre identidades políticas que Juan José Ibarretxe libró ante el tándem Mayor Oreja-Redondo Terreros. Los nacionalistas se sienten urgidos por volver al Gobierno vasco, donde siempre han estado hasta la conjunción de intereses de socialistas y populares les desplazó, en una maniobra que jamás olvidarán en su orgullo herido y que, precisamente por eso, ha enturbiado quizá para demasiado tiempo sus relaciones con el PSE-EE. El PNV está acostumbrado al poder, hasta el punto que durante muchos años se consideraban vasos comunicantes. Pero, ahora, la realidad dibuja un panorama nada halagüeño: su poder se reduce a Bizkaia, una pírrica renta para un partido que basa su esencia en el propio nacionalismo.
Sabedor de esta urgencia, Urkullu, que ante la pérdida del Gobierno vasco por primera vez en tres décadas y quizá sabedor de la debilidad de Rodríguez Zapatero acuñó la retadora frase de que «el PNV gobernaría desde la oposición», se sabe también presionado por el reto que supone deshacerse claramente en las urnas de Amaiur -o quien actúe en su lugar esta vez- para así acabar de una vez con la permanente pugna de quién manda en el sentimiento abertzale. Pero la crisis, la responsabilidad de partido de gobierno, el perfil de su mensaje pragmático condicionarán el discurso del candidato jeltzale, al que siempre imprimirá, aunque oscilando su intensidad, un sello identitario como reflejo de su ADN político.
Urkullu emprende una travesía que alcanzará su punto álgido en el cruce de variantes que aportarán las urnas, precisamente ahora que la política vasca se ha entregado a una geometría variable en un escenario sin violencia. Lo hará asistido de un único mensaje, por medio de una campaña que recordará al estilo que imprimió durante las elecciones locales y forales. Tras su proclamación, se acabaron las dobles sensibilidades y la interpretación soberanista como única bandera. Urkullu, una vez escrutadas las experiencias de otros territorios, ahondará en el ejemplo práctico que ha permitido consolidar el poder en Bizkaia. Y en el partido, ahora, a seguir esa senda.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 23/5/12