EL CORREO 13/12/12
El candidato lanza una clara invitación al pacto al PSE, que le pone el programa por delante
Iñigo Urkullu verá cumplido hoy un doble objetivo, uno de carácter partidario y otro, además, personal. El PNV recupera el poder apenas tres años y medio después de ser desalojado de Ajuria Enea por la alianza PSE-PP que permitió la formación del Gobierno del cambio de Patxi López, en ausencia de la izquierda abertzale. Pero, además, el aún presidente del Euzkadi buru batzar se convertirá en el quinto lehendakari desde la aprobación del Estatuto.
El socialista José Antonio Pastor y el jeltzale Iñigo Urkullu se dirigen andando a la sede del Parlamento
El presidente del EBB se convierte hoy en el lehendakari con una mayoría más precaria desde la aprobación del Estatuto de Gernika
Eso sí, Urkullu va a ser, al menos en el arranque de la legislatura, el presidente vasco con el respaldo parlamentario más precario de la historia. Y es que solo dispone del aval de los 27 representantes que obtuvo el PNV en las autonómicas del 21 de octubre. Un respaldo que ayer impidió su elección en la primera votación celebrada al término del pleno parlamentario de investidura, porque se requiere mayoría absoluta. La designación llegará a primera hora de la mañana de hoy, ya por mayoría simple.
Cuando el EBB, conocidos los resultados del 21-O, decidió que el PNV afrontaría la gobernabilidad de Euskadi en solitario y, por tanto, en minoría, según el plan previsto hace ya unos cuantos meses, los máximos responsables jeltzales se hicieron, sin duda, una idea clara de las dificultades. El desarrollo de la sesión parlamentaria de ayer no hizo sino confirmarlo.
Rectificaciones
El discurso de investidura del candidato Urkullu se centró, como se esperaba, en el gravísimo momento económico que vive también el País Vasco. Consciente de la imperiosa necesidad de lograr aliados para afrontar un 2013 especialmente duro, por la recesión, los recortes y el crecimiento del paro, el aspirante jeltzale optó por un mensaje deliberadamente genérico con escasas concreciones. Apenas, la promesa de reducir en aproximadamente un 20% el número de altos cargos y sociedades públicas vascas, y un plan para la reactivación y el empleo a pactar con partidos, diputaciones y agentes sociales, una vez que haya presupuestos.
El dirigente peneuvista no se quedó ahí y esbozó una clara rectificación de la postura que ha mantenido su partido en dos asuntos nucleares. Si durante tres años el PNV se ha negado a acometer una reforma fiscal y a profundizar en la lucha contra el fraude fiscal, con la evidente intención de que el Gobierno López tuviera que recortar o endeudarse para afrontar la crisis, ahora está dispuesto a abrir ese melón. Otro tanto puede decirse del entramado institucional interno: del ‘no’ a la revisión de la LTH a aceptar entrar en ese debate con todas sus consecuencias.
A partir de estas líneas maestras, de prometer que salvará la sanidad, la educación y los servicios sociales de los recortes que vienen, y de recordar que el PNV ha respaldado los tres últimos presupuestos del Gobierno López, llegó la petición. Urkullu reclamó a los partidos sentido de la responsabilidad para pactar las cuentas de 2013. «En la situación de emergencia que vivimos no se entendería, ni siquiera intelectualmente, que alguien se negara a arrimar el hombro», lanzó.
El futuro lehendakari solamente tendrá presupuestos si PP y UPyD se unen para apoyarlos. O bien si la izquierda abertzale y/o los socialistas respaldan sus números. Tras escuchar ayer a los distintos portavoces, no parece que Urkullu lo vaya a tener fácil ni con EH Bildu, ni con los socialistas, ni con UPyD. Con el PP las opciones podrían pasar por un cambio de cromos en Álava, pero sería un apoyo insuficiente.
El aspirante jeltzale no quiso excluir a nadie de su invitación al pacto. Ni siquiera a una EH Bildu instalada en unas posiciones socioeconómicas –además de en materia de normalización– antagónicas. Pero resultó evidente que los principales destinatarios de sus cantos de sirena eran López y el PSE, contra cuya gestión gubernamental apenas desgranó críticas.
Sí lo hizo el portavoz del PNV, Joseba Egibar. «El Gobierno que surge contra las urnas muere en las urnas», lanzó para arrancar su intervención parafraseando al presidente gallego Núñez Feijóo, del PP. «Todos los gobiernos democráticos nacen de las urnas. No se heredan como ustedes creyeron hace tres años», replicó el aún lehendakari en funciones, que tras subir a la tribuna ya no regresó a su escaño en la primera fila reservada al Gobierno, sino que tomó asiento en la parte central de la bancada que ocupan los socialistas esta legislatura.
Condición previa
El PSE recogió de inmediato el guante que le lanzó Urkullu. López se comprometió a ejercer una labor de oposición seria y constructiva, sin pasar factura por los duros encontronazos de estos años, aunque lo hizo. Pero puso una condición: cualquier acuerdo debe adecuarse a su oferta electoral.
El dirigente socialista fue más allá. Adelantó que si el Gobierno del PNV quiere los votos de su partido para que Euskadi disponga de presupuesto en 2013 deberá aceptar con carácter previo un debate sobre fiscalidad en el Parlamento, sobre ingresos. Habida cuenta que el PNV considera que la Cámara vasca no es el foro competente para ello (sino el Órgano de Coordinación Tributaria) y otros ‘detalles’ no precisamente menores como su rechazo al IRPF o al impuesto para grandes fortunas que quieren los socialistas, las opciones de acuerdo en las cuentas no parecen sencillas.
Los candidatos a lehendakari que leyeron su discurso ante el pleno –en el caso de Urkullu lo de ‘leer’ es literal porque las dos veces que subió a la tribuna de oradores lo hizo con el discurso íntegramente escrito, hasta el de réplica a los demás portavoces– fueron dos. Junto al aspirante jeltzale, también lo hizo Laura Mintegi, de EH Bildu, quien dejó claro al PNV que la disputa por la hegemonía en el campo nacionalista va a continuar día a día.
Mintegi también habló de economía y de crisis. Lo hizo con un mensaje genéricamente de izquierdas, medidas populistas sin sustento presupuestario y, de nuevo, algunos errores conceptuales sobre el Cupo o la financiación del TAV (que Euskadi no paga, sino que se limita a adelantar el dinero), cuya paralización volvió a reclamar.
Pero sobre todo habló de soberanía y de independencia, a su juicio el ‘quid’ de la cuestión para afrontar con éxito los demás problemas. Si Urkullu no aportó ningún dato nuevo sobre el nuevo estatus políticos que pretende –incluso renunció a hablar de 2015 como la fecha para lograrlo–, Mintegi eludió también destapar la hoja de ruta de la izquierda abertzale.
La violencia ocupó un lugar menos relevante en el debate que en anteriores ocasiones, lógico tras el alto el fuego definitivo que anunció ETA hace un año. Todas las formaciones reiteraron a la izquierda abertzale que no es posible construir un futuro sin memoria, que equipare a las víctimas con los asesinos. Mintegi, ortodoxa, pidió que no se les reclame cambiar de trinchera y rechazó un relato único.
Para el PNV el foro para consolidar la paz es el Parlamento. La izquierda abertzale lo ve útil, pero cree que no debe ser el único.