EL CORREO 04/08/13
Cree «insostenible» la «desproporción» entre la falta de autocrítica de Sortu y el coste para los reclusos y mantiene que «lo de evitar escisiones es un cuento»
Joseba Urrosolo Sistiaga, cabeza visible del autodenominado ‘Colectivo de presos comprometidos con el irreversible proceso de paz’, responde a este cuestionario, enviado por escrito a prisión hace justo un mes y por tanto sin posibilidad de repreguntar, en el momento en que acaba de disfrutar en Pasaia de su primer permiso penitenciario tras 16 años en la cárcel. Condenado a un total de 449 por 16 asesinatos y dos secuestros, la Audiencia Nacional ha valorado su alejamiento explícito de ETA, su cuestionamiento del pasado terrorista y la admisión del dolor provocado a sus víctimas para autorizar su salida de la celda durante tres días. En esta entrevista, Urrosolo interpela a la izquierda abertzale para que se responsabilice definitivamente del futuro de los presos y niega que pueda esgrimirse como excusa «lo de evitar escisiones».
«Es un cuento», zanja.
P– Ustedes han emprendido un camino de abandono de la violencia y asunción del daño causado. ¿Qué tiene ese camino de experiencia válida para el conjunto de los presos de ETA?
R– Nosotros estábamos convencidos de estar abriendo un camino al que tarde o temprano se sumarían los demás. Éramos conscientes de que, entonces, a la mayoría de los presos les parecía intransitable, porque esperaban una ya imposible negociación. Luego la propia ETA tuvo que asumir que abandonaba su actividad y dos años después el colectivo (oficial de presos de ETA, EPPK) se plantea cómo reconocer el daño causado y solicitar en serio los beneficios penitenciarios.
– ¿Es esta vía, la llamada ‘vía Nanclares’, la única para una resocialización viable: el reconocimiento del sufrimiento generado y el acceso a los beneficios penitenciarios?
– A nosotros nos pareció la más sensata. Y, de hecho, es eso lo que se ha planteado tanto en el Acuerdo de Gernika, en el ‘foro social’, en el Plan de Paz y Convivencia. Lo otro es seguir cumpliendo íntegras las condenas esperando una imposible negociación o una amnistía con la que siguen «filosofando» algunos políticos desde la calle.
– ¿Y por qué su posición no cala en el conjunto del EPPK? ¿Por qué el colectivo de presos mantiene una voz unívoca?
– Que mantengan una voz unívoca no quiere decir que todos piensen igual. Para entender lo que ocurre solo hay que pensar en los cientos de presos que han ido saliendo con la condena cumplida. Una vez salen de la cárcel, se terminó la disciplina del colectivo. La inmensa mayoría se dedican a hacer su vida, ir de vez en cuando a alguna manifestación, pero no se sienten obligados a participar en encarteladas ni en ayunos, ni a actuar en función de criterios con los que no están de acuerdo.
– Ustedes se vienen mostrando muy críticos con el modo en que gestiona la izquierda abertzale la problemática de los presos. ¿Debería aceptar Sortu, como primer paso, que se trata de un problema sobre todo suyo? ¿Tendría que asumir las riendas políticas de esa realidad?
– Es evidente, y mientras no lo hagan el tema de los presos seguirá bloqueado. Hace ya cuatro años coincidimos en otras cárceles con responsables de la antigua Batasuna. Ellos mejor que nadie saben cuál es el problema y cuál es su responsabilidad. Coincidíamos en los análisis y coincidíamos en los pasos a dar. Al salir de la cárcel solucionaron su legalización como partido político, para lo cuál hicieron que ETA diera por terminada la lucha armada, pero han seguido dejando el tema de los presos en manos del sector más contrario a todos estos cambios.
Preguntas a Iruin
– Sus reproches van dirigidos, sobre todo, a lo que denominan los ‘comisarios políticos’, encarnados en algunos abogados habituales de los presos. ¿Por qué los reclusos aceptan ese dirigismo? ¿Por qué ninguno parece rebelarse contra el control que ustedes denuncian?
– Porque se ha creado en torno a los presos una mentalidad, una forma de funcionar, que hacen muy difícil enfrentarse a ellos mientras se está en la cárcel. Es muy difícil que en las cárceles se puedan visualizar otras opiniones y otras opciones, porque es más llevadero seguir dentro del colectivo sin enfrentarse al costo personal y familiar que supone situarse fuera de él.
– ¿Se ha abierto una brecha entre ‘los políticos’ y quienes purgan condenas por colaboración o pertenencia a ETA? ¿Pone eso en riesgo la irreversibilidad del final de la violencia?
– No, es irreversible.
– ¿Es justo que se anteponga la unidad de todo lo que fue el MLNV y la reivindicación de un pasado común a la búsqueda de soluciones realistas, aunque ello comporte divergencias o desmarques internos?
– Lo de evitar escisiones es un cuento. Nosotros ya sabíamos que una vez que se tomara la decisión de dejar la lucha armada, no iba a haber ninguna escisión. En Irlanda hubo un porcentaje minoritario que no lo aceptó y decidió seguir. Aquí, en cambio, la supuesta radicalidad de algunos no daba para tanto. El problema es que ese sector minoritario siguió controlándolo todo hasta que desde Batasuna decidieron tomar otro camino. Pero lo hicieron a medias, les dejaron el tema de los presos.
– El Gobierno del PP ha demostrado tener otras inquietudes más acuciantes que el cierre del ciclo terrorista en Euskadi y el Ejecutivo vasco carece de competencias en materia penitenciaria. ¿Qué futuro les aguarda a los presos y los huidos si ETA y/o la izquierda abertzale no mueven ficha?
– En ese sentido es muy reveladora una reciente entrevista a Iñigo Iruin en ‘Berria’, en la que por fin plantea claramente y en profundidad la difícil situación en la que está el tema de los presos. En resumen, viene a reconocer lo que hace tiempo era evidente: el Gobierno de Madrid no va a cambiar su postura, ni la legislación, ni las condiciones legales en el ámbito penitenciario. Ante eso, propone pensar en una nueva estrategia cuyo objetivo sería conseguir que a los presos del colectivo les apliquen las mismas pautas que al resto de presos. El problema es que construye su reflexión asumiendo que, como ETA no se va a disolver y el Gobierno no va a acercar presos, hay que ir «poco a poco, paso a paso, paciencia y con los pies en el suelo». Pero a los dos días, los representantes del colectivo plantean otro discurso: negociación con ETA y los gobiernos español y francés, solución de las causas del conflicto y amnistía entendida a su manera. ¿En qué quedamos?
– ¿Por qué no se disuelve ETA? ¿Por qué la izquierda abertzale no se lo exige?
– Eso habrá que preguntarle a Iruin y a los responsables de Sortu. Hace un par de años lo que se transmitía a las cárceles era que tranquilos, que Iruin ya tenía en su cajón una hoja de ruta para el tema de los presos. Habrá que preguntarse en qué ha fallado esa hoja de ruta, qué es lo que hay que cambiar, por qué hay que diseñar una nueva estrategia asumiendo el escollo de que ETA no desaparezca. ¿Qué puede aportar ETA en todo esto si el mismo Iruin no le da ningún papel en esa nueva estrategia?
– Ustedes han emprendido una reflexión crítica con su pasado, que cuestiona la legitimidad de la violencia. ¿Consideran que ése es el gran debate pendiente en el seno de la izquierda abertzale? ¿Que existe un temor a que el relato de tantos años de terrorismo cuestione de arriba abajo la estrategia histórica de esa misma izquierda abertzale?
– Más que temor, creo que se trata de comodidad, de que pueden seguir sin plantearse ese tema porque a ellos se les hace llevadero, como llevadera se les hacía la situación mientras había lucha armada. Participaban de una historia de la que se les hacía fácil sentirse orgullosos cuando las consecuencias las padecían otros. El gran debate es decidir si se sigue con el anterior esquema de negociación o asumir que primero será la recuperación de la convivencia y luego vendrá lo demás.
– Hay una parte de la sociedad que se muestra comprensiva hacia su evolución personal como exintegrantes de ETA, pero hay otra que sigue desconfiando de sus intenciones. ¿Cómo pueden convencer a esos ciudadanos de su sinceridad, de que no buscan impunidad en último extremo?
– Creo que no se puede hablar de impunidad cuando llevamos muchos años de cárcel. Entiendo que pueda existir esa desconfianza, pero nosotros, cuando ni se nos pasaba por la cabeza pensar en los beneficios penitenciarios a los que legalmente también teníamos derecho, ya llevamos muchos años de problemas muy difíciles de vivir en la cárcel por plantear que la actividad armada se tenía que terminar. De todas formas, el día que podamos dar continuidad y visualizar en la calle los encuentros que hemos venido manteniendo en la cárcel, podremos demostrar no solo nuestra sinceridad, sino también la importancia de dar pasos en ese sentido.
– Si se incrementara la masa crítica entre los presos a favor de una salida legal y razonable a su situación, ¿le sería más fácil a Rajoy modular la estrategia penitenciaria?
– Pero es que entre los presos es difícil que eso ocurra mientras Sortu no asuma de una vez una reflexión crítica y sensata de nuestro pasado. Si Barrena juega con las palabras para decir que la izquierda abertzale no va a abjurar de su pasado
– En el supuesto de que el Tribunal de Estrasburgo derogue la ‘doctrina Parot’, decenas de internos saldrán en libertad. ¿Están ellos y la izquierda abertzale preparados para gestionar esa eventualidad?
– En el caso de que la deroguen, no sabemos cómo lo gestionarán en Madrid, si nos lo aplicarán automáticamente a todos los presos afectados o lo harán individualmente alargando su aplicación. En todo caso, afectará a un limitado número de presos, muchos de los cuales tienen ya cumplida casi la totalidad de la condena. Pero el problema es que la inmensa mayoría de los presos van a seguir en la misma situación y para estos, la actitud que se mantenga puede repercutir favorablemente o no.
Contradicciones
– El nuevo Plan de Paz y Convivencia del Gobierno vasco no menciona expresamente la ‘vía Nanclares’ como la referencia para una política penitenciaria distinta.
– El nombre con el que se identifica el camino que nosotros tomamos es lo de menos, lo fundamental es que lo que se plantea es básicamente lo mismo. La única diferencia es que lo que no se quería aceptar hace cuatro años, y que valía para todos los presos, es ahora un objetivo a conseguir.
– ¿Contemplan un contexto en el que ustedes puedan quedarse en su reflexión crítica, si cabe decirlo así, como ‘los últimos de Filipinas’?
– Si no existieran cientos de presos que van a seguir en la cárcel, es posible que sí, que algunos sigan haciendo política como si esa reflexión crítica del pasado no fuera con ellos. Pero con el tiempo, la desproporción entre la actitud de estos y el costo que eso supone para los presos y sus familiares se va a hacer insostenible.
– ¿Qué conclusión extraen de su ‘viaje interior’? ¿Tiene la impresión de que han emprendido el camino de regreso a casa, a pesar de proseguir en prisión?
– Creo que hemos profundizado en nuestras contradicciones y lo hemos hecho asumiendo nuestras reflexiones con todas sus consecuencias, llevándolas hasta lo más profundo de lo que pensamos, de lo que sentimos, sin andarnos con florituras. Hemos dejado de ver las cosas con el filtro del dogmatismo, maniqueísmo y sectarismo que nos poníamos para poder justificar que nosotros podíamos hacer lo que exigíamos que no hicieran con nosotros.
– ¿Qué implican para ustedes los permisos, la posibilidad de volver a pisar la calle, pero esta vez con normalidad?
– A nivel personal supone, sobre todo, volver a casa a reencontrarnos con la familia, que después de 32 años mis familiares vuelvan a verme en casa, siendo consciente de que otros familiares no van a tener ni esa oportunidad. Pero además de esto, para algunos de nosotros supone la posibilidad de dar continuidad a los encuentros que mantuvimos y poder salir de la cárcel para participar en encuentros e iniciativas encaminadas a recuperar la convivencia. Ése es el siguiente paso.