Teodoro León Gross-El País
Los nacionalistas y populistas también representan a españoles, aunque a Rajoy a veces le tiente regatearles esa condición
Rajoy, antes de claudicar, le ha dejado escrito al partido, y a su sucesor, el relato. Tal como hizo el aznarismo en 2004, tras el 14M, repiten mensaje: el poder les ha sido usurpado. ¡Usurpado! En el juego democrático, el PP parece no contemplar la posibilidad de la derrota legítima. Si en 1993, con elevadas expectativas en las urnas, Arenas y Gallardón ya se asomaron a la teoría de la conspiración para justificar la derrota en un pucherazo; en 2004, se plasmó definitivamente la idea de que izquierda había usado espuriamente los atentados, bajo la sombra de ETA, porque “los que idearon el 11-M no están ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas”; y en 2018 regresan con la teoría de la conspiración, incluso recuperando la sombra de ETA con Bildu. El argumentario fijado por Rajoy tiene quince puntos:
– «Alguien que no ha ganado nunca las elecciones es ahora presidente del Gobierno». Deslegitimar al ganador es la premisa esencial. Paradójicamente, Rajoy ha presumido de liderar un bloque constitucional. Y la Constitución regula esta fórmula. En Europa, por demás, las mayorías emanan de la aritmética parlamentaria. El PP aún debe llegar al siglo XXI.
– «Gobierna el país alguien sistemáticamente rechazado por los españoles». Sánchez ha perdido dos veces, en 2015 y 2016. Rajoy perdió dos veces, en 2004 y 2008. Definitivamente, Rajoy parece situado fuera de la realidad. De hecho dice: “Los españoles siempre han escogido al PP como primera fuerza política», ¿y eso desde cuándo? En democracia, primero como AP y después PP, han perdido más elecciones generales de las que han ganado. Desde que él es candidato, a la par.
– «Se ha acompañado del independentismo sectario y grupos populistas, y ese estigma acompañará a este Gobierno hasta el final». Ciertamente la apuesta es arriesgada, pero de momento la unidad solo ha existido en un punto: censurar a Rajoy por la corrupción. Eso es trasversal. En el futuro serán juzgados por lo que hagan, por lo que voten o no. En el Congreso representan a una parte de la ciudadanía española.
– “No nos han censurado los españoles sino nuestros adversarios políticos”. Rajoy parece sugerir que los diputados son representantes del reino vegetal o del imperio de las nubes, y no representantes de la ciudadanía española. Por cierto, los nacionalistas y populistas también representan a españoles, aunque a Rajoy a veces le tiente regatearles esa condición.
– «Nadie se ha comprometido con la estabilidad política, y esa es una mancha que afecta a todos, pensando en sus intereses políticos». Sin duda, cada partido ha obrado con el cálculo de sus intereses electorales, huyendo de una convocatoria inmediata con Ciudadanos favorito; pero Rajoy olvida que ahí se incluye al PP, y a él mismo, que han actuado igual.
– «Resulta inquietante la fragilidad política del nuevo Gobierno cuando la situación en Cataluña dista mucho de estar calmada». Así es, resulta inquietante. Pero es inquietante desde hace años, durante todo el marianismo. A Sánchez se le examinará por lo que suceda. De momento el balance Rajoy en Cataluña no es muy notable. Véase el punto siguiente.
– “Nadie tuvo que afrontar los retos extremos que hemos afrontado nosotros, como la declaración de independencia de Cataluña (…) Probablemente hemos cometido errores, pero no hay independencia, Puigdemont no es presidente”. Rajoy fija ahí la consigna: ¡nosotros hemos salvado España! Y evita la autocrítica obviando que Cataluña llegase a la declaración de independencia tras un referéndum que él se comprometió a impedir. El relato triunfal de su Gobierno que pinta Rajoy dista de ser real: el legado que recoge Sánchez es malo, sin independencia pero malo.
– «Todas las manipulaciones y mentiras no son más que eso, manipulaciones y mentiras falaces contra el primer partido de España y mi persona». Más consignas para el relato del partido usurpado espuriamente.
– «Ni el PP fue condenado penalmente por Gürtel, ni el Gobierno del PP tenía ninguna relación con el caso, ni fue juzgado ni eludió sus responsabilidades políticas». Rajoy habla de un caso insuperable de posverdad paradójicamente con medias verdades, o sea, con mentiras: El PP claramente sí tiene relación con el caso, hay responsabilidad civil y no asumieron sus responsabilidades políticas.
– «El afán de Ciudadanos de hacer oposición al Gobierno que defendió la unidad de España nos ha llevado al fin a un nuevo gobierno aupado por los independentistas. Paradojas de la vida». Ahí va otra consigna falsa para sumar ante su clientela: esto ha sido posible por Ciudadanos.
– «¿Y qué decir de la economía…? ¿Quién no cegado por su sectarismo puede decir que España no está mejor que cuando llegamos? Ayer conocimos el mejor dato de paro de mayo de nuestra historia, y estamos a punto de alcanzar el nivel de afiliación a la Seguridad Social de julio de 2007». Nadie discute a Rajoy los éxitos; se le discute que, para hacerlos brillar, sea incapaz de aceptar un balance muy negativo en desigualdad y nichos de pobreza.
– “Y la disolución de ETA, a la que acabamos de asistir… ¿Se habría logrado de la misma manera si hubiéramos caído en la tentación de negociar, como hicieron otros o tanto nos pidieron? ¿Es que hemos acercado presos? Nunca este Gobierno ha negociado nada con ETA, una calumnia que levantaron contra nosotros y que ahora se revela con diáfana claridad». Rajoy miente de nuevo; el PP negoció en su omento como todos los gobiernos. El fin de ETA es un éxito colectivo, y resulta mezquino esa clase de patrimonialización.
– «A mí me han escandalizado muchos episodios [de corrupción]. Yo he tenido que dar muchas veces la cara, como muchos de vosotros, y sé lo difícil que ha sido. Sabemos que el PP ha actuado, que ha apartado a la gente que hizo cosas no debidas. Hemos actuado contra la corrupción, hemos mejorado las leyes y procedimientos, pero no me he puesto a las órdenes de los inquisidores». Incluso aquí mantiene el victimismo: el mal no está representado por los corruptos sino por los inquisidores. La corrupción es siempre una referencia vaga, y prevalece el victimismo.
– “Muchas veces me he callado para no ayudar a esta campaña para liquidar la presunción de inocencia de muchas personas”. Rajoy siempre muestra un fuerte compromiso con la presunción de inocencia; después la culpabilidad pasa a la basura: “esa persona de la que usted me habla”, “el PP es víctima”, “son asuntos de hace años”, etcétera.
– “Tenemos que defender nuestra gestión de la tarea de demolición que se nos ha anunciado”. Pues ‘tarea de demolición del PP’ es la última consigna para convertir una moción de censura legítima en una campaña de destrucción.
El PP va a afrontar su renovación desde el victimismo, otra vez desde el agravio de la usurpación. Es un relato peligroso que ya deparó, después de 2004, algunos de los peores años de la democracia española; y de aquellos polvos, muchos lodos del zapaterismo y el marianismo. Todos deberían aprender de los errores de entonces. De momento Sánchez, que le apoyó en el 155, no ha cruzado líneas rojas. Habrá que vigilar. Pero el PP haría bien en reconsiderar la opción de echarse al monte.