Jon Juaristi-ABC
- O de cuando el Comunismo llega bajo la especie de Sauna
La utopía o sueño de la sociedad sin clases está a punto de ponerse al alcance de los españoles bajo una forma todavía insospechada en los tiempos de Marx: la de la desaparición de las clases en todos los niveles de la enseñanza (de las magistrales, teóricas, prácticas, presenciales y online). Se trata de pasar por fin del ‘a cada uno según (haga) su trabajo’ al ‘a cada uno según (haga) sus necesidades’. Para ello resulta imprescindible la abolición de la meritocracia y de lo que queda del trabajo infantil, o sea, del memorizar y escribir sin faltas de ortografía hasta graduarse en Diseño o Puericultura. Que nadie se quede atrás exige que nadie progrese adecuadamente. Las diferencias sociales empiezan con las diferencias en las evaluaciones, de modo que fuera los exámenes y las notas, y evitaremos así que se reproduzcan las desigualdades.
¿Era tan difícil llegar a una conclusión que se les ocurre hoy incluso a esos entes inenarrables llamados Ione Belarra y Pilar Alegría del Continente (o de la Huerta)? El fin de la historia advendría, según el marxismo arcaico, con el paso del modo de producción socialista al modo de producción comunista. El primero exige la apropiación de los medios de producción por los trabajadores a través de la dictadura del proletariado y, el segundo, la sustitución del trabajo humano por el de las máquinas. Dada la complejidad de ambos procesos, el sanchismo ha decidido obviarlos y pasar directamente a los hechos.Una vez suprimidas las clases, lo que quede de la institución escolar deberá dedicarse por entero a la realización de los otros dos sueños que, junto al específicamente socialcomunista, asegurarán la felicidad absoluta y el paraíso de los españoles en la tierra. Me refiero a los que el viejo y querido Iván Illich llamó el sueño feminista y el sueño futurista. El primero supondrá la abolición de toda diferencia entre los sexos; es decir, la construcción de la comunidad nacional unisex, como punto de partida o paso previo a la última fase, la abolición del futuro mediante su materialización en una sociedad en la que cada uno será lo que quiera sin que importe su vida anterior, eligiendo entre las condiciones de macho y hembra, de ambas cosas a la vez o de ninguna de las dos, y pudiendo optar, gracias al desarrollo tecnológico del pinganillo, además de a las formas clásicas del coito, a la penetración ‘cyborg’ por vía auricular, que algunos teólogos medievales reservaban para la concepción virginal y la partenogénesis. Así que de las Aulas a la Sauna o, lo que parece más probable, al Hammam magrebí (que te vi).