Juan Carlos Viloria-EL CORREO

  • Pero Puigdemont puede desbaratarlo todo en el último momento

En vísperas de la constitución de las Cortes, primer asalto entre Feijóo y Sánchez, el marco mental «progresista» que facilita que la opinión pública asuma sin desconfianza ni sobresalto un futuro Frankenstein 2.0 va ganando. El estado de ánimo de la calle es clave para dar cobertura a decisiones políticas arriesgadas aunque impliquen hacer concesiones de gran calado a las minorías y/o separatistas. El marco mental dominante, en parte por el activismo mediático de la izquierda y en parte por el desánimo y ensimismamiento de la derecha, da por sentado no ya que solo Pedro Sánchez tiene derecho a ser investido, que también, sino que la alternativa de Feijóo es casi como retroceder al franquismo. Un detalle menor, pero altamente significativo.

En Sonorama, Amaral se puso a cantar con el pecho descubierto «para reivindicar los derechos de las mujeres». Y culminó la performance gritando la consigna guerracivilista: «No pasarán». Consciente o no, Amaral refleja el marco mental de una buena parte de la sociedad española: que todo lo que no sea Sánchez y sus socios progresistas nos abocará a una España en blanco y negro, de censura y toquilla. El llamado progresismo ha logrado imponer en el imaginario político que es preferible ceder poder a las minorías antinacionales que un Gobierno de la derecha a la que ha caricaturizado hasta la náusea. Otra señal. El ‘influencer’ Iván Redondo escribía un artículo argumentando en favor de la amnistía a los condenados por sedición contra el Estado en la preparación y realización del referéndum ilegal en Cataluña. Apoyando una de las reivindicaciones de los ineludibles socios de la investidura de su exjefe. «¿Por qué la amnistía? –escribía–. Porque España se merece entrar en una dinámica de negociación y acuerdo. Que el país se empiece a mover y a funcionar de otra manera».

Entre tanto, el relato de la derecha no consigue imponer el temor a que el timón de las Cortes, primero, y de la Moncloa después, quede en manos de un feroz enemigo de la España constitucional. Un tercer indicio de la normalización de los pactos del PSOE con Bildu, populistas y separatistas, frente a los intolerables del PP con Vox, es Navarra. El viejo lema de ‘Nafarroa, Euskadi da’ (Navarra es Euskadi) con el apoyo-coerción de Bildu, ya parece un síntoma de progresismo. Va ganando el progresismo, si. Pero la lógica del nacionalismo funciona con otras premisas que no son izquierda-derecha, sino, a mayor debilidad del Estado mayor fortaleza secesionista. Y esa pulsión destructiva, como la Carles Puigdemont, puede acabar desbaratando todo el andamiaje de Sánchez. Veremos.