Juan Carlos Viloria-El Correo

  • Los indicadores gubernamentales ya reconocen que en España aumenta la «pobreza vacacional»

Núñez Feijóo quiso hacer una broma y le salió rana. «Las vacaciones están sobrevaloradas» dijo. Igual quería hacer un guiño a los autónomos que no pueden dejar solo el negocio ni una semana al año, o igual, era un zasca a Pedro Sánchez que se ha ido algo más de tres semanas a la Residencia Real de La Mareta, en la isla de Lanzarote, que el rey Hussein I de Jordania le regaló a Juan Carlos I a finales de los años 80. La verdad es que los líderes europeos más socialdemócratas suelen optar para sus vacaciones por hotelitos o casas rurales, o la finca de un amigo para dar ejemplo de austeridad y mesura. José María Aznar, en su primer verano como presidente, se empeñó en seguir sus costumbres como particular y se fue a su adosado en Oropesa. No duró mucho el gesto para la galería. Y, Feijóo, le cogió el gusto a su amigo Marcial Dorado compartiendo chalet en Ibiza y barco de recreo. En mala hora, porque luego le ha perseguido la foto hasta la desmesura.

Pero el problema es que la clase media y trabajadora cada vez las pasa más canutas para tomarse los imprescindibles días de asueto. Así que eso de que están sobrevaloradas les pareció un chiste malo y con el clima político tan caliente que vivimos, la sindicalista de guardia, salió en tromba para reprochárselo al jefe de la oposición. Al final, la broma se tomó en serio y parecía que Núñez Feijóo está en contra de las vacaciones. Hasta Revilla entró al trapo. Ya se había montado el culebrón del verano, si no fuera porque hasta los propios indicadores gubernamentales reconocen que la cosa va en serio; que cada vez hay en España más «pobreza vacacional».

O sea que un 18% de la gente no se puede permitir unos días de asueto fuera de su lugar de residencia. Sin contar con los anónimos que tienen que pedir un crédito para costearse el descanso anual o dejar la tarjeta de crédito en rojo porque el ocio ya es un bien de primera necesidad. Ahí es donde el jefe de la oposición debería haber puesto el acento. En la descompensación entre los sueldos y los precios. En que, echando por lo bajo, sale a 1.400 euros por barba salir de casa.

Aunque los portavoces del Ejecutivo no se cansan de repetir que somos el motor económico de Europa. Que igual es cierto, pero el asalariado es que no se entera. Solo sabe que los hoteles han subido una media del 53% y los billetes de avión un 63%. La paradoja es que en el país de cien millones de turistas cada vez hay más pobreza vacacional y los sueldos más extendidos se aproximan cada vez más al salario mínimo, con el poder adquisitivo de hace quince años, cuando la gente se podía ir de vacaciones a la India y mandar a los hijos a Irlanda. Ahora en Formentera te cobran 500 euros por una paella y en Bilbao 12 euros por un té y un capuchino. Apaga y vámonos.