ANTONIO CASADO-EL CONFIDENCIAL
- La salud y el bolsillo de los españoles centrarán los mensajes del presidente del Gobierno en su comparecencia de mañana, después del Consejo de Ministros
Bien iluminada la jugada por los focos de Moncloa, en esa pauta encajan el fin de la pesadilla y el ‘Gobierno social-comunista para rato’. Pero conviene explorar las inseguras zonas de sombra, donde no llega la luz de la propaganda. Si hablamos del estrenado proceso de vacunación generalizada contra el covid, también deberíamos hablar de vacunarnos contra el frentismo político, la confrontación entre bloques y el virus guerracivilista instalado en el propio Gobierno. “Dolencia crónica del cuerpo nacional”, decía Azaña. Inmunidad de rebaño contra la crispación, tan apremiante como la otra ante la salida del túnel que Sánchez pregonará mañana en clave de estabilidad política y recuperación económica.
También debería hablarse de vacunarnos contra el frentismo político y virus guerracivilista. “Dolencia crónica del cuerpo nacional”, decía Azaña
Y si hablamos de la capacidad de partir y repartir los fondos de recuperación de la UE, no podemos ignorar la condicionalidad impuesta por el acreedor, exigible al que vive de prestado. Otro clásico: quien paga al gaitero elige la tonada. Expansionismo no es barra libre en el gasto. Recursos financieros a cambio de modernización de la economía (más digital, más verde, más industrial). Ayudas por reformas (mercado de trabajo, pensiones, reafirmación de la propiedad privada, no al aumento de los costes laborales, etc.) y recortes en gasto público improductivo. Pero UP, socio de la coalición, es un cuerpo extraño. A la cultura política del PSOE y a esos planes de Bruselas.
Aunque la duda se prolongue hasta el nuevo reparto de cartas en las urnas catalanas del 14 de febrero (si la pandemia lo permite), el incierto futuro de la coalición PSOE-UP es un vector larvado en el análisis. El malestar de los socialistas es inocultable. Y las pruebas de resistencia aún no llegaron. Unas vendrán por la difícil convivencia de Iglesias y sus ministros con la parte dominante del pacto. Y otras, por la imposibilidad de calzar las propuestas de Podemos en la horma de Bruselas.
En zonas no iluminadas por los focos de Moncloa también toparemos con la todavía larvada batalla por el bisagrismo. La va ganando Podemos, porque está en posiciones de poder, aunque la perdería en un eventual giro al centro del PSOE. De ahí sus denodados esfuerzos, que Sánchez no secunda, por confinar a Ciudadanos en la foto de Colón y desnaturalizar la vocación bisagrista de Arrimadas, a derecha e izquierda.
Podemos es un cuerpo extraño en la cultura política del PSOE y en los planes de Bruselas sobre la recuperación económica de España
La carta de la ambivalencia no la puede jugar Iglesias, condenado a consolidarse como partido escolta del PSOE. La alternativa es peor. Si tira de la cuerda hasta romper la coalición, se convertiría en irrelevante compañero de viaje de las marginales fuerzas ‘republicanas’ y ‘plurinacionales’ que viene alimentando en perjuicio de sus propios intereses. Se vio en Galicia y en el País Vasco, y ahora se va a ver en Cataluña.
De momento, el todavía vicepresidente del Gobierno no está por prestar ese servicio al país: el de aplacar la sed de centralidad de sus ciudadanos. Y eso lo saben hasta los ‘cuñados’, uno de los idiotismos verbales fletados por Iglesias, Rufián, Echenique y compañía.