- El PSOE tilda, precisamente, de «nacionalista y supremacista» la recuperación oficial del topónimo «Valencia» ¡en español! En serio, aún no me explico que al PSOE le siga votando alguien. Bueno, sí me lo explico, pero me lo callo
Qu el acento sea cerrado o abierto (agudo o grave) refleja la forma en que se pronuncia en catalán y/o valenciano la palabra en cuestión. En catalán decimos «València», con acento grave en la e. Un valenciano dice «Valéncia». En países desquiciados gobernados por sus enemigos, puede ser que la autoridad imponga, como hasta ayer, la grafía «València» en Valencia. Tal estupidez indicaba en realidad a los valencianos que pronunciaran el nombre de la ciudad tal como se hace en catalán. Hay acaloradas discusiones sobre quién tiene o deja de tener la competencia para establecer la grafía de las palabras. En especial, los topónimos oficiales. Paso mucho. Afirmo que la imposición felizmente derogada de inclinar una tilde hacia el otro lado para cerrar un acento que los valencianos pronuncian abierto era una arbitrariedad política inútil. Una cacicada.
Las lenguas, por regla general, van a su aire. Es así porque están vivas, con lo cual se enfrentan, como todo lo que vive, a amenazas de muerte, por un lado, y a émulos del doctor Frankenstein, por otro. Estos últimos son los de las lenguas artificiales inventadas por un señor. Tienen su gracia, a lo mejor, como juego, aunque yo no se la veo. Cuando aquel que se cree Dios va en serio, como el cura que alumbró el volapük o el oftalmólogo que concibió el esperanto, el asunto es más serio y cae de lleno en la ingeniería social, en su forma más retorcida e inhumana. ¡Hace falta un idioma en el que se entiendan todos los hombres! Habla inglés, memo, lengua franca como lo fue el latín. Lengua franca que los siglos bastardearán de muchos modos para que nazcan nuevos y deslumbrantes idiomas. La única manera que tiene el ser humano de crear vida es bastante conocida. Y una lengua es algo vivo: se puede tratar bien, se puede estimular, se puede contribuir a su enriquecimiento, se puede ennoblecer, como hizo Dante con el italiano. Pero no se puede crear.
En cuanto a las lerdas imposiciones de la izquierda valenciana que por fin nos vamos sacudiendo, la menos original, y la más indefendible, es la que prohibía al hispanohablante el uso del nombre de Valencia. Naturalmente, la gente normal, cuando hablamos o escribimos en español, ignoramos esa pretensión nacionalista. El PSOE tilda, precisamente, de «nacionalista y supremacista» la recuperación oficial del topónimo «Valencia» ¡en español! En serio, aún no me explico que al PSOE le siga votando alguien. Bueno, sí me lo explico, pero me lo callo. Me he topado con gente que, charlando tranquilamente en español, dice «Girona» o «Lleida». Les contaré lo que hago, por si quieren seguirme. Provoco que la conversación pase a Barcelona y a Tarragona, que se escriben igual en español y en catalán. Pronuncian ambos topónimos de acuerdo con la lengua que les es propia (toma ya), la española. Entonces se lo afeo: «Ejem, el nombre oficial, por favor». La farsa se descubre. «Barcelona» suena terrible. «Tarragona» no pueden pronunciarlo. Por listos.