Pero si mañana Ciudadanos vota a favor de la propuesta del PSOE, el partido que debutó en las Cortes (Pablo Iglesias I) amenazando al Jefe del Gobierno, Antonio Maura, con el «atentado personal»; el del golpe contra la República, a medias con la Esquerra, en 1934; el del asesinato de Calvo Sotelo; el que nos llevó a la Guerra Civil, el de Largo, Prieto, Negrín y los cientos de checas en Madrid y Barcelona, que quiere sacar de sus tumbas los restos de Franco y José Antonio Primo de Rivera (tal vez para ocupar su sitio como cadáver político), si mañana, digo, Rivera apoya esa salvajada incívica, apéeme para siempre lo de compatriota. Yo no comparto patria con los saqueadores de tumbas. Y menos, con los cobardes que asisten al espectáculo como si su presencia muda no los envileciera.
No sé si el plan del PSOdemos incluye devorar los restos del hombre que condujo a media España contra la otra media, la del PSOE que le había declarado la guerra civil. Como Rivera vive obsesionado con lo que muge Iglesias al rojo vivo y temiendo que le llame franquista La Sexta –si el jefe del sándwich no ordena silencio–, no habrá pensado en lo bien que quedaría diciendo que Suárez, por patriotismo y urbanidad, jamás hubiera sacado a los muertos de sus tumbas. O contándoles a Macron y Valls que el respeto a los españoles vivos se demuestra respetando a sus muertos. Trés bien!
El fin de la Ley de Memoria Histórica es degradar la democracia; el paseo de Franco, tapar los crímenes de la izquierda, ayer y hoy. Si mañana ganan los necrófagos, espero que lo dejen en la fosa común de los miles de asesinados en Paracuellos. Es el primer Valle de los Caídos.