Hablemos pues de putas. Solo desde el plano teórico, naturalmente. Hace ya bastantes años, Blanca Estrella Ruiz Ungo, presidenta de la Asociación Clara Campoamor, me llamó para pedir mi firma en un manifiesto por la prohibición de la prostitución. Yo era todavía algo progre y dije que sí con el automático, pero después me puse a pensar sobre el sentido de mi firma y colegí que no todas las mujeres que se prostituían eran explotadas y víctimas de violencia. No si lo hacían por iniciativa propia y sin la coacción de un proxeneta, chulo, cafiche, macró, macarra o alcahuete. Las personas que alquilan voluntariamente sus servicios sexuales, ¿son más indignas que aquellas que enajenan sus convicciones morales para defender causas en las que no creen, políticos y periodistas que mienten, funcionarios que se dejan untar y aceptan coimas o mordidas por adoptar resoluciones contrarias a derecho?

Esta reflexión arranca de la intervención Feijóo contra Sánchez: “Pero, ¿con quién está viviendo usted?¿de qué prostíbulos ha vivido usted?” Era un secreto a voces que se solemnizó en el Congreso y su sola puesta en escena cambió el discurso político en España.

Es por el tema. Aquel Luis Roldán que había falsificado su currículum académico, había cobrado mordidas por las obras en los cuarteles de la Guardia Civil y se había quedado con el dinero de los huérfanos solo cayó definitivamente en desgracia en mayo de 1994 cuando apareció en gayumbos en la portada de ‘Interviú’ en compañía de un par de putas y rastros de polvo blanco en el cristal de la mesa, cuando el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas era Baltasar Garzón.

La chusma sanchista, empezando por Marlasca, ha puesto el grito en el cielo: meterse con la familia, línea roja, ¿dónde se ha visto? Son los mismos que acusan día a día al entorno de Ayuso, padre, madre, ex marido, hermano, novio, sin que la presidenta madrileña estuviera implicada en irregularidad alguna, que señalaban a la mujer de Feijóo con aquel risible asunto de Sargadelos. “Y más cosas” susurraba Sánchez desde su escaño.

Vayamos pues al lío. Uno no es responsable del nivel ético de los negocios de su suegro. No habría nada que decir si un galán enamorado percibe que el padre  y los tíos de su churri tienen negocios en prostíbulos, y afirma que esas manflas son incompatibles con su sentido ético, su vocación y su ideología y les obliga a liquidar sus negocios. No parece que ese fuera el caso. En términos coloquiales diríamos que pegó un braguetazo: ligó con una chica sin oficio conocido, que a pesar de no haber terminado el bachillerato, tenía a los 22 años un piso en Pozuelo y un apartamento en Mojácar. El piso era de Sabiniano y el apartamento se lo transmitió el tío Enrique, administrador único de la razón social propietaria, San Bernardo 36 SL, que lo era también del negocio de saunas y domicilio de la principal de todas ellas, Sauna Adán.

Para rizar el rizo, Pedro Sánchez Pérez-Castejón se ha puesto al frente de su Ejército de Salvación para proscribir el puterío y ha anunciado que el PSOE expulsará a los afiliados que consuman prostitución, es decir, que paguen por servicios sexuales. ¿A los que pagan y no a los que cobran? Quizá sea un modelo aplicable a la corrupción en general: cobrar a los empresarios que pagan y no a los buenos socialistas que cobran su mordida.