Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

La economía española continúa por el mismo camino por el que transita desde hace tiempo. Los datos globales del crecimiento son muy buenos y los del empleo excelentes. Pero mantiene también las mismas debilidades que arrastramos sin encontrarles la solución y, en consecuencia, nos aparecen las mismas advertencias. El PIB crece, pero lo hace dopado por el gasto público, que es el responsable de más de la mitad de ese boyante crecimiento; empujado por el aumento de la población lo que provoca el estancamiento del crecimiento per cápita; y apoyado en el turismo que es un sector tan noble como cualquier otro, pero con los hándicaps de una alta estacionalidad y una oferta de puestos de trabajo con escaso valor añadido y, en consecuencia, salarios bajos. Al empleo le pasa algo similar, ya que las cifras globales son excelentes pero nos queda la incógnita de esos cientos de miles de fijos discontinuos en los que se obra el milagro de estar sin trabajar y cobrando el subsidio a la vez y sin engrosar las cifras del paro. Más el crecimiento espectacular del empleo público y el aumento del pluriempleo.

Por otro lado hemos tenido tres noticias buenas que, si nos olvidamos de sus posibles efectos negativos, podemos ascenderlas al nivel de excelentes. Sube el salario mínimo, se reducen las horas de trabajo y no se olvide, del aumento de las cotizaciones sociales, algo que a la mayoría no le afecta pues su aportación la absorben las empresas y sus derechos crecen a futuro. Pero todo ello ha elevado muy por encima del 50% el coste del factor trabajo en unos pocos años. Si volvemos a las estadísticas podríamos concluir que el mercado de trabajo tiene una solidez tan alta que le permite a los empleadores absorber todos esos costos y mantener la elevada contratación. Pero esa es una opinión excesivamente optimista. La subida es muy grande y muy brusca y afectará con fuerza a los márgenes empresariales. ¿Qué harán las empresas? Pues las que puedan subirán sus precios -ojo con la inflación-, y las que no puedan hacerlo -como el servicio doméstico y los que contratan con la administración- reaccionarán. ¿Cómo? Los primeros contratarán menos y peor y los segundos no invertirán y, si pueden, cancelarán el suministro.

La única solución es reforzar las bases del crecimiento y el empleo y eso solo se puede hacer apelando a una palabra que todavía no ha aparecido en el comentario. Me refiero a eso tan incómodo y difícil que se llama productividad. Ese es el reto, para España y para Europa, aunque no nos guste verlo y, mucho menos, solucionarlo.