- La impudicia de los que gobiernan es tan descomunal que ya ni siquiera se preocupan de guardar las formas. Van a saco
Pedía en una entrevista Margarita Robles que sus socios de Podemos valorasen si les merece la pena seguir en el gobierno. Que cosas tiene usted, doña Margarita. Claro que les compensa, igual que a usted, igual que a Aragonès en Cataluña, igual que a todos quienes forman parte de esa banda que se ha incrustado en la vida política sin la menor intención de abandonar el único sistema que conocen para medrar. Debido a esa moralidad inexistente y a la capacidad infinita de producir mentira tras mentira sin mover ni un solo músculo de la cara, tengo la impresión de que creen que van a seguir instalados en el tronco de la nación como si de líquenes humanos se tratase. Ven como no existe una gran reacción popular ante sus desmanes y a estos, mientras no les demuestren lo contrario, no hay quien los saque de su palacio de cristal edificado sobre el CIS, RTVE, lo País y demás comparsas y el artisteo subvencionado. Con esto y cuatro alertas fascistas tiramos hasta que toquen elecciones, dicen tan ufanos como gilimandingas. Y como quien no tiene frenos acelera, ahí tienen a las de Nueva York, posando como vulgares modelos de Confecciones Rosi en el polígono de Los Monegros, calle de la Tontería sin número. O a Laura Borrás, que debería haberse ido cuando se la imputo por presunto fraude y, si nos descuidamos, llegará de presidenta del parlamento catalán hasta navidad para volver a intentar decirnos que la embajada (sic) de los EEUU le felicita las fiestas a Cataluña.
Y seguirá Marlasca, al que lo mismo le da que le da lo mismo, porque tiene bula orgullosa, igual que Iceta. Y seguirá Calviño porque es la única que sabe lo que es una regla de tres, una derivada o la curva de Gauss. Todo son rebajas, saldos, restos de serie, género con taras, últimas oportunidades y liquidación por cambio de orientación en el negocio. Ellos lo saben y rebañan la tinaja a ver qué más pueden sacar de este país agotado, exhausto, cansado, desmotivado y resignado a ver en los desinformativos diarios las mismas caras con los mismos collares. Claro está que los de la banda saben leer – no todos, pero algunos sí – y ya han visto que Madrid, Castilla y León o, la refinitiva, Andalucía son señales de que se está produciendo un cambio de ciclo notable. Y que los españoles, aunque al borde de la extenuación tras las pandemias, confinamientos ilegales y la crisis que todavía no ha hecho más que empezar, guardan la suficiente energía como para depositar su papeleta en un acto de rechazo a la satrapía que financiamos sin que nadie les pida explicaciones porque, a la más mínima, lo declaran secreto de estado.
Así que sea por ignorancia, que la tienen, o por jindama, que todavía es mayor que la ignorancia, van a saco y en lo que quede de legislatura, sea mucho o poco, los veremos arramblar con lo que puedan, destrozar organismos del estado, cargarse todo lo que se les ponga por delante y hacerlo sin mayor preocupación que cuando sus conmilitones de la república del 36 vaciaron las cajas de todos los bancos españoles a la brava. Van a saco y, cuidado, es cuando son más peligrosos. Porque cuando saben que van a ser cesados por la soberanía popular, muerden y se tiran al cuello. Ojo.