PEDRO CHACÓN-EL CORREO

  • Hace poco se volvió a desatar la polémica sobre qué es ser vasco. Nos vamos a tirar toda la vida sin hallar términos que nos aglutinen
Si fuera en fútbol, un resultado así sería más que escandaloso, casi imposible, pero ese es el balance al cabo de 50 años de la aparición del libro fundamental del bilbaino (con diptongo) José Miguel de Azaola Urigüen titulado ‘Vasconia y su destino’ (3 vols., 1972-1976). Vasconia como nombre de los territorios vasco-navarros no ha tenido ningún éxito. En su lugar prosperó el término Euskadi. Y eso que a Euskadi hubo que quitarle la ‘zeta’ original (Euzkadi) debido a la intervención de Azkue, que desde su autoridad en Euskaltzaindia convenció a todos de que aquella ‘zeta’ en el nombre creado por Sabino Arana no tenía razón de ser. De todas formas, pensar que una invención como Euskadi se haya sobrepuesto a un término culto y con prosapia histórica como Vasconia dice mucho de los condicionantes que nos mueven a los vascos.

Con ‘Vasconia y su destino’ estamos ante una obra de referencia ineludible para todo aquel que quiera conocer lo que eran el País Vasco, Navarra y el País Vasco francés al final de la dictadura de Franco vistos por una de las mentes más preclaras de entonces. Comprobar cómo se analizan ahí la historia, la geografía, la demografía, la economía y las perspectivas de futuro de los países vascos debería ser hoy de conocimiento ineludible para cualquiera de nosotros. Él pensaba que, de seguir la economía y la evolución demográfica con los parámetros de su época, Bizkaia llegaría a doblar su población para el año 2000 y del millón y medio pasaría a los tres millones de habitantes, pronosticando un desastre medioambiental y urbanístico. Nada de eso ha ocurrido, claro está, teniendo en cuenta que su pronóstico es anterior a que sufriéramos la pesadilla de ETA. Nunca se pudo imaginar que ocurriera algo parecido.

Azaola vivió hasta 2007, falleció con 90 años. Llegó a coincidir en Salamanca con Unamuno. Siguió escribiendo después de su obra magna, aunque a partir de 1999 su salud se quebrantó. Sería interesante recopilar sus artículos en prensa, por ejemplo, para ponderar cómo se alteró o condicionó su visión política posterior a la publicación de ‘Vasconia y su destino’.

¿Nos cansaremos algún día de hacer el ridículo con nombres y grafías?

Hace poco se volvió a desatar la polémica sobre qué es ser vasco, qué término hay que utilizar para denominarnos y todo lo demás. Parece mentira, pero aquí nos vamos a tirar toda la vida así, sin encontrar términos que nos aglutinen, con los que podamos sentir que compartimos algo en común. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo para decidir el día oficial de la comunidad. Con eso está dicho todo. Así que no es de extrañar que cada dos por tres aparezca de nuevo la polémica del nombre o la definición de nuestra condición de vascos.

Vasco es todo aquel que vive en el País Vasco. En Navarra ya la cosa varía y no te digo nada en el País Vasco francés, y eso que de allí es de donde vino la denominación de vasco. Pero lo de Iparralde es otra historia, ya que su inmensa mayoría se siente antes francesa que vasca. En cambio, aquí el guirigay al respecto es de aúpa y a la vista está. Estos días de Feria del Libro se ha presentado una nueva obra donde su autor se pregunta por lo mismo y lo titula así: ‘Baskonia: una solución al problema del nombre del país de los baskos’. No conozco el libro todavía. Espero que haya tenido en cuenta que el término Vasconia ya lo propuso Azaola hace ahora justo 50 años. No me extrañaría que toda la novedad consistiera esta vez en ponerlo con ‘b’ y con ‘k’. Espero que su autor haya tenido en cuenta que el término ‘vasco’ no existe en euskera.

Pero, bueno, tampoco nos vamos a poner estupendos por eso. Dice el autor del libro, Iñaki Azkoaga, en una entrevista, que el hecho de que el equipo de baloncesto de Vitoria-Gasteiz, conocido en toda Europa, se llame Baskonia ayudaría a difundir su propuesta. Que me perdone, pero yo tengo otro ejemplo que darle. En Basauri, mi pueblo de residencia durante casi cuarenta años, el equipo de fútbol fundado en 1913 siempre se ha escrito Basconia, con ‘c’. Supongo que será la única institución en Euskadi y de cualquier tipo -político, económico, cultural o deportivo- que hoy siga manteniendo la ‘c’ en su nombre. Pero así es. Y lo es porque todo el mundo sabe en Basauri que su equipo de fútbol se llama así porque había una fábrica en la localidad, fundada en 1892, que era ‘La Basconia’, que fue el motor del desarrollo industrial del pueblo en el siglo XX.

Pero, así como todo el mundo respeta eso, resulta que luego en el callejero de Basauri tenemos que ver placas de calles como estas: Sebero Otxoa (el biólogo premio Nobel, natural de Asturias), Menendez Pelaio (santanderino, autor de referencia del tradicionalismo español) y hasta Jazinto Benabente (otro premio Nobel español, en este caso madrileño). ¿Nos cansaremos algún día de hacer el ridículo con estos temas de nombres y grafías?