Las encuestas indican que alrededor del 75% de catalanes y vascos tiene una identidad dual. Pero el vasquismo y el catalanismo han renunciado al liderazgo de esa identidad dual. Porque son obra de élites políticas e intelectuales incapaces de modernizar su visión antigua y acomplejada de lo español, y que refuerzan el mensaje nacionalista de la identidad preferente.
Algunos han defendido durante mucho tiempo que, más allá de ETA, había importantes diferencias entre la cuestión nacionalista catalana y la vasca. Pero se trataba de una ilusión óptica provocada por el terrorismo porque el debilitamiento de ETA ha puesto en evidencia que los elementos sustanciales del debate nacionalismo-españolismo son los mismos en uno y otro lugar; sobre todo su elemento central que es la marginalidad de todo lo definido como español y la contribución a esa marginalidad de una buena parte de la propia élite política e intelectual no nacionalista.
Diversos actos de este fin de semana han mostrado que el catalanismo de Pascual Maragall y el nuevo vasquismo de Patxi López son dos propuestas teóricamente dirigidas a la síntesis de las dos identidades de cada uno de los territorios que, en la práctica, interiorizan la concepción nacionalista de que la identidad auténticamente propia, la de aquí, es la diferenciada de la española. Así lo han transmitido el PSC en la celebración de la Diada y Patxi López en su proclamación de candidatura a la Lehendakaritza. El juego de las banderas resumía el mensaje: los socialistas catalanes retiraban la bandera española de una buena parte de sus ayuntamientos y Patxi López presentaba su candidatura rodeado de ikurriñas, sin una sola bandera nacional.
Es sorprendente que vasquistas y catalanistas, defensores de la convivencia de las dos identidades, hagan desaparecer los símbolos de una de ellas. Y aún es más sorprendente si contrastamos esta actitud con el perfil sociológico de vascos y catalanes. Porque las encuestas indican que alrededor del 75% de los ciudadanos de Cataluña y el País Vasco tiene una identidad dual. Hay graduaciones en esa identidad dual, es verdad, pero lo relevante es que incorpora, también en una parte de los nacionalistas, una identidad española que los líderes políticos se esfuerzan en ocultar.
Pero el vasquismo de las ikurriñas y el catalanismo de las senyeras han renunciado al liderazgo de esa identidad dual. Porque son obra de élites políticas e intelectuales incapaces de modernizar su visión antigua y acomplejada de lo español, que viven con un acusado miedo simbólico y escénico a la defensa y representación de una de sus dos identidades y que refuerzan el mensaje nacionalista de la identidad preferente.
Se trata de un problema irresuelto de relación con la españolidad que, por otra parte, no es sólo vasco o catalán. Cuando José Luis Rodríguez Zapatero proclamaba en Bilbao que en el proyecto de España «cabe el sentimiento de profunda identidad de los vascos», creo que ni siquiera era consciente del elemento de españolidad de esa identidad. Pensaba en la definición nacionalista. Y es probable que cuando en el mismo discurso acusaba de posiciones extremistas al PP lo hiciera con una imagen de fondo de los símbolos de la identidad española y del españolismo.
Edurne Uriarte, ABC, 14/9/2004