RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 27/09/14
· Según Jordi Pujol, la culpa es de España. Una vez más y como siempre.
El resumen de lo que Jordi Pujol intentó transmitir a su electorado en la comparecencia de ayer es que él tenía un proyecto de país, no un proyecto para enriquecerse, pero que, como era un proyecto que ya en tiempos de su padre podría enfrentarse a hostilidades (por parte del resto de España), ellos se guardaron un capital fuera por si tenían que exiliarse.
Es decir, la culpa es de España. Una vez más y como siempre. Cada cual es libre de hacer con su dinero lo que tenga por conveniente. Incluso intentar engañar a la Hacienda pública –y atenerse a las consecuencias. Pero echar la culpa al Estado de temer ser represaliado va un poco lejos. Es decir: Pujol podría entender que bajo el franquismo era un enemigo político. Como otros, también durante la Segunda República española, que dejó muy pronto de ser un régimen democrático –en cuanto se empezaron a quemar conventos.
Pero intentar sostener que Pujol tuviera que tener dinero fuera de España por si su proyecto político iba mal, cuando él ha sido una de las figuras políticas más poderosas del Reino de España durante 23 años, es insultar al común. Él y su familia llegaron a tener el poder que alcanzaron gracias al sistema político que nos dimos todos los españoles en la Constitución de 1978. Y él y el resto de los independentistas catalanes –Pasqual Maragall, Josep Lluís Carod Rovira, Artur Mas, Oriol Junqueras…– hicieron todo lo posible por destruir el sistema que los albergó y aupó.
A lo largo de estos años han corrompido Cataluña de la cruz a la raya. La clase política, el deporte –empezando por el que dicen que es el más grande de los clubes de fútbol– y la cultura, como se vio en el Palau de la Música. Y han hecho otra corrupción igual de grave: la de su historia. Han criado varias generaciones a las que han mentido sobre sus raíces y su historia. Han creado una opresión que hacía muy difícil levantarse contra el oprobio histórico y defender la verdad. Al fin, en el último año, hemos visto una reacción desde movimientos como Libres e Iguales o Sociedad Civil Catalana. También desde la empresa, como el caso de José Luis Bonet Ferrer y Freixenet. Últimamente algunas empresas más van sumándose. Pero lo que me parece más meritorio es el ejemplo de ciudadanos que viven en un entorno nacionalista hostil, que no tienen los respaldos de las grandes corporaciones ni se alían con otras personas, sino que dan la cara individualmente.
Estoy pensando en el ejemplo, este verano, de Luis Gonzaga Casanova-Cárdenas, duque de Santángelo, el más relevante descendiente de Rafael Casanova i Comes. El nacionalismo catalán ha presentado a aquel Casanova y el 11 de septiembre de 1714 como dos encarnaciones de una lucha por la independencia. Mas, como ha explicado Santángelo, su antepasado no luchaba por la independencia. Luchaba por otro Rey de España, el Archiduque Carlos de Austria en lugar del Rey Felipe V. Y lo dice con la doble legitimidad de estar casado con Monika de Habsburgo, una nieta del último Emperador de Austria y descendiente directa de aquel fallido Rey de España.
Con estos antecedentes, a las 10 de la mañana de hoy Artur Mas va a firmar la convocatoria de una consulta ilegal. Así entrará en la «Historia de Cataluña» con aspiraciones al martirologio e intentará tapar el enorme daño que generó a su causa ayer la comparecencia parlamentaria de su mentor político. Déjelo. Ya están los dos honorables en su historia. Váyase usted a casa y procure no tener causas como las que se ha creado Pujol. Vayan con Dios los dos. Déjennos en paz y paguen –ambos– sus cuentas con Hacienda.
RAMÓN PÉREZ-MAURA, ABC – 27/09/14