Vayan saliendo

ABC 27/02/14
DAVID GISTAU

En el segundo día tiene uno la sensación de que va a cruzarse con operarios que desmontan el decorado. Eso incluiría a los diputados meramente aplaudidores, que ayer dejaron innumerables escaños vacíos como si ya los hubieran bajado al sótano de la utilería. Hechos todos los balances del choque de testuces de las dos mayorías principales, el archipiélago de portavoces del grupo mixto recuerda a los que, en las fiestas que se acaban, hacen un último intento de ligue. La esperanza con ellos es su sentido del espectáculo, que admite incluso el «strip-tease». Hasta en eso estuvieron sobrios, pues sólo Baldoví, después de usar a la abeja Maya como corpus doctrinal, apretujó un bote de Coca-Cola como si en una liturgia vudú pudiera aplastar así el corazón mismo del capitalismo. Cuántos ejecutivos de Atlanta se llevarían en ese preciso instante la mano al pecho. Baldoví se tenía que haber comido el bote, como hacían los sioux con el corazón arrancado del enemigo. O podría haberlo agitado para regar el Hemiciclo en un bukkake capitalista.

Errekondo fingió al comienzo interés por los asuntos generales. Pero pronto se centró en lo suyo, El Conflicto. Siempre agrede el cinismo cuando un justificador de pistoleros se pone pomposo para hablar de la «policía política» o del «déficit democrático», de derechos humanos que jamás fueron reconocidos en su mundo a los seres cosificados que ETA envió al cementerio. «Haga examen de conciencia», le dijo Rajoy, que de nuevo, también cuando lo impelió el PNV, declaró que no debe nada al terrorismo ni lo obliga ningún sentido de la correspondencia. Pese al cachondeo con los verificadores y con las tres pistolas que los etarras se llevaron para poder volver a entregarlas cuando la BBC les haga hueco en la escaleta, Errekondo pretendió que ahí había un acontecimiento como para dejar de entorpecer el advenimiento de la paz con remilgos caprichosos tales como el cumplimiento de las condenas por asesinato. Después, Alfonso Alonso lo conminaría a que no se arrogue la representación del pueblo vasco, una parte del cual jamás pidió ser salvado por el redentorismo criminal, sino que lo padeció como víctima directa. Y esto sí que está verificado.

Bosch, de ERC, es un orador ameno, torrencial. Empezó con un número de hipnosis: «Contaré hasta tres y se despertará». Ahora me da miedo cruzármelo, no vaya a ser que por hipnosis me convierta en un independentista ampurdanés, lo cual crearía desconcierto en casa. Dijo que nadie conseguirá convertir a los catalanes – otro que se arroga la representación total– en españoles, cuando en realidad hace quinientos años que los catalanes no son otra cosa: también la manipulación histórica es una forma de hipnosis, ésta colectiva. Luego reescribió aquel cuento de Monterroso que una ministra de Cultura dijo estar leyendo: «Cuando despertó, la república catalana estaba ahí». Esto último tendría que consultarlo con CiU, donde hay quien especula con un remedo ibérico de la Commonwealth.