ARCADI ESPADA-EL MUNDO

Mi liberada:

Es un ejercicio ya melancólicamente ocioso seguir adosando adjetivos al presidente Sánchez. Nada de interés puede añadirse a la somera calificación de «oportunista sin principios», tan neutra en relación al corte de cara del personaje que él mismo la aceptaría sin problema. El análisis de sus principios es ya materia de literatura de kiosko, pero no sucede lo mismo con el oportunismo. Para explicar su viaje a Barcelona se alude al propósito electoral como recurrencia: tratar de prolongar un año más su gobierno con la aprobación de los Presupuestos y consolidar la mayoría negativa que le permitió ser presidente para volver a serlo. No se sabe bien cuáles habrán sido los recíprocos compromisos con el Valido. Entre ellos los posibles indultos gubernamentales a los que puedan ser condenados por el Proceso. Pero lo que sí se sabe, y está escrito, es el comunicado conjunto que los dos presidentes dieron a conocer tras su reunión, la noche del jueves.

Como es norma en este tipo de encuentros el comunicado se hizo público después de la reunión, pero sería acordado mucho antes. De hecho se confirmaría que habría reunión cuando hubo acuerdo sobre el comunicado. Dado el carácter del presidente Sánchez parece una empresa cándidamente ociosa analizar lo que dice. Pero aun contando con que sus palabras están al servicio de la política, según doxa célebre del Adolescente, el comunicado cobra sentido porque a falta de cualquier hecho –los honores a Companys y Tarradellas son meras bromas políticas en la actual circunstancia catalana– ese texto es el único resultado de la reunión. Y es, también, secundario que el texto no diga nada. Lo que importa es lo que permite decir a los potentes adversarios políticos del Gobierno.

La primera conclusión alude al concepto cumbre gubernamental manejado con insistencia por la Generalidad en los días previos, y al que el Gobierno se resistía por el carácter de doble soberanía que insinúa. Si esa doble soberanía pasa de lo simbólico a lo real algún día, la autodeterminación será una evidencia. La Generalidad debe de pensar que por algo se empieza, si bien es verdad que llevan 300 años empezando. El inicio del comunicado es, en este sentido, inequívoco: «Tras la reunión celebrada hoy entre el Presidente del Gobierno de España y el President de la Generalitat de Catalunya y miembros de ambos gobiernos». Así pues, solo hubo una reunión y fue una cumbre. Se entenderá perfectamente si doy una hipótesis de frase alternativa: «Tras las reuniones celebradas hoy entre el Presidente del Gobierno de España y el President de la Generalitat de Catalunya, y entre miembros de ambos gobiernos». La segunda concesión del Gobierno es la palabra conflicto. Bien es verdad que es una palabra antibiótica, de amplio espectro. Pero en España y en la dialéctica con el nacionalismo, conflicto será siempre la palabra con que los terroristas de ETA expresaban la legitimidad de su lucha. Es una mala palabra, que asume la piedra de toque nacionalista: la insuficiencia de la democracia española para resolverlo. El párrafo siguiente contiene la palabra vehicule y ésa sería razón más que legítima para ignorarlo y seguir adelante. Sin embargo hay que joderse y levantarlo a pulso, porque el Gobierno comparte con la Generalidad «su apuesta por un diálogo efectivo que vehícule una propuesta política que cuente con un amplio apoyo», etc. Otra vez se trata de una carta marcada. La aparente inanidad de la frase se contrarresta con la evidencia de que propuesta política y amplio apoyo son sintagmas nacionalistas que aluden al derecho de autodeterminación, apoyado según sus cuentas por el 80% de la población catalana y rechazado según las mías por el 80% de la población española. Algo parecido se puede decir de la médula del párrafo siguiente cuando se cita la «respuesta democrática a las demandas de la ciudadanía de Cataluña». Aunque lo verdaderamente hiriente para un gobernante responsable es la presencia del verbo previo avanzar. «Avanzar en una respuesta democrática» firmó el jueves el presidente Sánchez, asumiendo que esta respuesta democrática no se estaba dando y haciendo bueno otro de los mantras nacionalistas: que el Estado español debe pasar (avanzar) de su actual configuración no democrática a otra verdaderamente democrática que dé respuesta a las aspiraciones del llamado pueblo catalán. La respuesta, continúa el comunicado, debe darse «en el marco de la seguridad jurídica». El marco es ciertamente intempestivo. Solo faltaría, podría argüir cualquiera. La seguridad jurídica es, latinajeando, lex praevia, scripta,stricta et certa, que asume interpretaciones previsibles por parte de los tribunales. Una Constitución, por así decirlo. Y en el comunicado el eufemismo seguridad jurídica atenúa a Constitución, de modo que el presidente Sánchez no es que no firmara nada del otro jueves el jueves: firmó que la solución al conflicto no pasa por la Constitución, sino por una Constitución atenuada en lo que aquí interesa. El interés del párrafo final está en instituciones: «La vía del diálogo requerirá del esfuerzo de todas las instituciones». Así debe ser, según lo que la Generalidad le dio a firmar al presidente Sánchez. Instituciones son, antes que cualquier otra cosa, los jueces, aunque nuestro Rey tampoco debería sentirse ajeno e ignorante al toque.

Hasta aquí el análisis. Y mi insistencia en que la naturaleza juncal de nuestra vedette le permitiría firmar mañana cualquier otro texto antagónico sin quebrarse. Pero al mismo tiempo la certeza de que este consolida hipérboles tan cromáticas como la que utilizó el diario donde te echo las cartas: «La rendición de Pedralbes», que dicho sea de paso no es mal lugar donde rendirse. Dado el resultado del viaje a Barcelona, la pregunta no es si Sánchez va a destruir el Estado democrático, asunto imposible para la talla de hombre implicada, sino cómo es posible que se haya inclinado con tanta facilidad por la destrucción del Psoe. En España hoy a Pedro Sánchez lo votarían un par de columnistas del diario La Vanguardia a los que no cito por caridad –tendrán que seguir viviendo y disimulando luego– y tal vez su director, siempre que el presidente se avenga al pronto pago. España se encamina hacia el escenario francés pre-Macron: una extrema derecha pujante (Le Pen-Vox), una derecha insuficiente (Fillon-Casado), una extrema izquierda amarilla (Mélenchon/Iglesias-Puigdemont y asociados), un socialismo testimonial (Hollande-Hamon/Sánchez) y un núcleo racional triunfante (Macron-Rivera). El análisis requiere de dos matizaciones. La primera es que ese reparto se produciría sin los taxativos beneficios de una ley electoral mayoritaria como la francesa, lo que quizá obligase a incómodos acuerdos con los restos del viejo mundo naufragado. La segunda matización es la importante: que eso es lo que quiero yo, absoluta e innegociablemente.

Sigue ciega tu camino

A.