Belén Altuna, EL PAÍS, 22/11/11
Una de las imágenes que con más viveza recuerdo de la pasada noche electoral es la de Alfredo Pérez Rubalcaba compareciendo en solitario para aceptar su estrepitosa derrota. Aunque la verdad sea dicha, ni la derrota fue sólo suya (yo diría que ni principalmente suya), ni compareció completamente solo. Luego hemos sabido que ésa había sido su voluntad, aunque los suyos le insistieron para que apareciera rodeado al menos de simpatizantes. Así lo hizo, sobre todo de mujeres que se abalanzaron sobre él nada más hubo terminado su discurso, para darle besos y ánimos. Aunque nada parecía poder consolarlo, no se me olvida la imagen de todas esas simpatizantes intentándolo. Al igual que las antiguas plañideras, aquel coro de mujeres que lloraba y se compungía en los funerales, me pareció que el coro de mujeres que rodeaba al fallido candidato para tocarlo y confortarlo formaba parte de una suerte de actualización de la tragedia griega.
Puede pensarse que el aire desolador de las derrotas sin paliativos tiene, sin embargo, algo purificador. Perder casi cuatro millones y medio de votos obliga, evidentemente, a replantearse todo. Si llevamos tres años oyendo que la crisis es una oportunidad para reinventarse, qué duda cabe que el partido socialista tiene una oportunidad fantástica para ídem. Y más temprano que tarde, Zapatero y Rubalcaba deberían ofrecer una reflexión sincera y autocrítica sobre las causas de la debacle, evitando la tentación de delegar toda la responsabilidad en la adversa meteorología financiera.
Luego están los alegres vencedores. Está Rajoy, que se gana el más envenenado de los regalos y la más enrevesada de las tareas; están IU y UPyD, que reciben muchos votos descontentos y tal vez prestados, que habrán de saber afianzar; y está Amaiur que, junto al PNV, se sentará en un Parlamento en el que no cree, pero que le servirá de altavoz para seguir acaparando titulares de periódicos y agitar la bandera pirata del «conflicto no resuelto». Por cierto que la única encuesta que atinó con los abultados resultados de Amaiur fue la de la propia Gara. Y como ya han apuntado algunos, uno de los estudios sociológicos más interesantes por hacer será aquél que nos aclare si su caudal de votos proviene tan significativamente como sospechamos de las nuevas generaciones.
La política es una actividad extraña. A veces parece siempre igual, aburridamente repetitiva y, sin embargo, está en constante movimiento. Recuerda al río del que hablaba Heráclito, ese río en el que no es posible bañarse dos veces, porque aunque sea siempre el mismo río, su agua es siempre diferente. Por eso mismo, tampoco me parecen tan de fiar las prospecciones que se están haciendo, extrapolando los resultados de las elecciones generales a las próximas autonómicas. No sabemos si estos jóvenes serán los de entonces. Como ni siquiera sabemos si nosotros seremos los mismos…
Belén Altuna, EL PAÍS, 22/11/11