Ayer Andalucía amaneció estremecida por el frío polar y el sondeo Egopa. «¡Cerrad las ventanas!», pudo gritar Su Susanísima desde su despacho señorial en el viejo palacio de los duques de Montpensier; y alguien le señalaría el sondeo sobre su mesa: «No es la ventana, presidenta». Sin duda la radiografía electoral de la Universidad de Granada le bajó la temperatura al susanismo más que el frente siberiano. Y no basta el combustible del argumentario habitual para caldear el escenario político: «Incluso en el peor momento, ganamos en Andalucía», etcétera. El algodón de la sociometría no engaña. Ella afirma «la gente está contenta con la gestión…», pero crece 10 puntos la valoración negativa, mala o muy mala, para un 52,2% frente al 21,5% de satisfechos.
A Susana Díaz ya le pasa factura deshojar la margarita de Madrid, algo que en realidad viene haciendo desde el verano de 2014, cuando no se atrevió a las primarias y patrocinó a Sánchez como hombre de paja. Después de tres años de amagos en las primeras páginas –¡esta vez sí!– no sale indemne. Andalucía, como toda tierra orgullosa y humillada históricamente, lleva mal sentirse ninguneada. Y con Susana Díaz ya son demasiados meses de vacilaciones. Finalmente, a medida que gana protagonismo en Madrid parece perder simpatía en Andalucía. El riesgo al final es quedarse en medio de la nada, esa frontera fatídicamente llamada Despeñaperros.
Desde hace semanas preocupaba en su Estado Mayor que se les abra un nuevo frente en la retaguardia, mientras encaran la línea Maginot de los noesnoístas. «Ahora nos interesa su imagen de estadista; pero nos perjudica que se le vea alejada de Andalucía», confiesan. En el oasis andaluz, un médico que atiende por Dr.Spiriman ha convertido la Sanidad en el hervidero de los descontentos. Sin embargo, el PP se muestra desalentado por la aceptabilidad del paro –el economista Joaquín Aurioles ha formulado una hipótesis del desempleo consentido– aun siendo el primer problema (83%); sobre todo al ver que ni siquiera escandalizaba esta Navidad que la presidenta brindase por bajar de 900.000 parados como gran éxito. Con todo, el Egopa muestra un repunte pesimista.
El sondeo va a debilitar la imagen ganadora de Su Susanísima cuando sus conmilitones próximos, como Vara, enfatizan estos días sus laureles. A decir verdad, en este sondeo también gana, pero retrocede, y lo hace en torno al margen de error, lo que indica un empate técnico con tendencia negativa. Algo cabe imputar a la coincidencia del trabajo de campo con la investidura tras los días de tierra quemada en Ferraz, escenario del socialismo en ruinas con una parte de su electorado bajo el shock. Ella no está vacunada contra la aluminosis moral de ese espectáculo. Pero hay margen para el reflujo. En todo caso, en el PSOE andaluz aún podrán exhibir galones frente a los barones más críticos, como Cataluña o Euskadi, donde ya son tercera o incluso cuarta fuerza. Y suma y sigue.
Los datos comparativos de voto han de relativizarse. Lo sucedido en 2015 o 2012 fue resultado de pendulazos exógenos. El hundimiento del zapaterismo catapultó a Arenas a 50 escaños; y después, durante la legislatura de Rajoy, desde Sevilla se activó la maquinaria de propaganda para atribuir los recortes del bienestar a la derecha, provocando un batacazo del PP hasta 33. En realidad, aquel PP triunfal de 2012 había perdido votos, y también el PSOE ganador de 2015. La secuencia demuestra los reajustes con el PSOE no lejos del PP, por la erosión de voto joven urbano. A su izquierda, Podemos e IU conforman un bloque con más del 20%. Susana Díaz va cada semana al choque con la anticapi Teresa Rodríguez, donde ve su flanco débil.
En el sondeo, por demás, hay datos seguramente balsámicos. Se acepta la solución de la investidura y sus rivales, insuficientemente conocidos, no sacan mejor nota. Todos oscilan entre el 4,3 y el 4,7. El largo año en funciones penaliza a la política, más allá de la Junta. Por añadidura, en el Egopa late la complacencia característica del andaluz, un estereotipo no irreal. Casi dos tercios declaran que les ha ido bien o muy bien este último año. El 58% valora positivamente su situación económica personal o familiar. Tal vez ahí aflora la paradoja de la satisfacción, tesis del sociólogo Pérez Yruela sobre el peso de los progresos al hacer balance; factor diferencial que impide entender a menudo las claves andaluzas.