Isabel San Sebastián, ABC, 9/4/12
DE toda la miseria recibida en herencia por Mariano Rajoy ninguna es tan dañina como el veneno de la serpiente etarra; una variedad de su habitual ponzoña tanto más peligrosa cuanto que paraliza a su presa antes de causarle la muerte.
Mientras todo el Ejecutivo se afana en combatir la crisis económica que nos ahoga y le resta votos a chorros al partido que lo sustenta, ella, la culebra enroscada en el hacha, va engordando a ojos vista. Hace tiempo descubrió que hincando sus colmillos asesinos en forma de tiros en la nuca o coches bomba únicamente conseguía acrecentar nuestra resistencia, por lo que cambió de estrategia. Pero que nadie se engañe. Su objetivo es idéntico al que tenía al nacer: Romper España, su enemiga, independientemente de quién la gobierne. Sólo su táctica ha variado. Ahora recurre a la anestesia para quebrar nuestras defensas, alimenta con sus artimañas la cobardía que anida en nosotros, mientras se disputa con sus cómplices de siempre la victoria final en cuyo nombre ha sembrado esta tierra de sangre.
«La banda terrorista ya no mata. ¡Albricias!». Proclaman los apóstoles del «nuevo tiempo en Euskadi», que son casi todos los que allí habitan. A partir de esa constatación temporal, elevada a categoría y pasada por el tamiz de la amnesia, las diferencias son de matiz. La llamada «izquierda abertzale», o sea, el tentáculo político de la bestia, exhibe su fuerza en Navarra, sin cuyo territorio y riqueza nada tendría sentido, confunde la historia de los reinos cuya fusión dio lugar a nuestra gran Nación con sus delirios étnicoracistas, surgidos de la mente enferma de Sabino Arana, y reclama la independencia a voz en cuello. No en vano se comprometió Zapatero en nuestro nombre a legalizar a los criminales, apartados de la democracia a costa de enorme esfuerzo, y garantizar la impunidad de los condenados. Así se lo recordaba la propia banda a sus presos hace unos días, en un comunicado del que nadie ha querido hablar mucho. Como si mirando hacia otro lado, que es lo que hace el PP, se pudiera obviar el hecho de que el anterior presidente del Gobierno de España, a cambio de la tregua en vigor, contrajo una deuda política de gigantescas proporciones, que pesa sobre nuestras espaldas y que nadie reconoce ni niega. Como si el hecho de no referirse a ella evitara que los pistoleros y sus cómplices reclamen ahora el pago del principal con la misma urgencia con la que los mercados nos exigen que abonemos los intereses de los miles de millones de euros que nos prestaron. Como si no fuese evidente que Patxi López y Basagoi, este último en el papel de escudero, tratan de calmar la voracidad separatista con gestos inútiles, además de mezquinos, como la creación de esa «ponencia por la paz y la convivencia» que parece dar a entender que en el País Vasco hubo una guerra; o sea, lo que se empeñan en hacernos creer los lacayos de la culebra.
Ayer volvió a celebrarse en «día de la patria vasca», dando carta de naturaleza a esa ficción, sin que nadie se molestase en desfacer el entuerto históricopolítico-administrativo. Urkullu volvió a instar a Rajoy a «moverse» a fin de «aprovechar la ocasión», dando por bueno que ETA obtenga por dejar de matar lo que no consiguió matando a la vez que el PNV recoge en las próximas elecciones toda la cosecha de nueces «sacudidas» por el terror etarra. Y nadie dijo nada. Nada ocurrió. El veneno de la serpiente circula por nuestras venas.
Isabel San Sebastián, ABC, 9/4/12