IGNACIO CAMACHO – ABC – 26/05/16
· En la Venezuela poschavista faltan comida, energía y medicinas porque antes ha faltado libertad.
Por solidarios que seamos los españoles con las cosas de Hispanoamérica, la sinceridad obliga a admitir que el interés de la opinión pública nacional en la crisis de Venezuela sería mucho más débil sin el protagonismo que en nuestra escena política ha alcanzado un partido de inspiración bolivariana. Podemos es ahora un ómnibus de la izquierda radical, pero surgió como una franquicia del chavismo, régimen del que además de dinero tomó el nombre de sus círculos, parte de la estructura embrionaria y numerosos principios ideológicos de su originario proyecto de refundación constitucional.
Su parentesco y su deuda con el declinante sistema venezolano son tan palmarios que aún representan un obstáculo moral para que sus dirigentes lo condenen o simplemente se desmarquen de su manifiesto fracaso. Los sonrojantes elogios que Iglesias, Monedero y Cía repartieron hasta antier mismo a Chávez y sus epígonos legitiman el debate español sobre su admiración confesa por tan inquietante modelo social y político.
Por eso el viaje de Albert Rivera a Caracas no es sólo un necesario gesto de solidaridad y de coraje civil que enaltece al líder de Ciudadanos. Esa visita contiene un explícito mensaje en clave interna, un simbólico pronunciamiento antipopulista en defensa de los valores de la democracia liberal. Resulta electoralista en la medida que lo es cualquier decisión de un candidato en vísperas de elecciones; Rivera ha tomado con pleno derecho la de mostrar su compromiso con una causa que no es sólo humanitaria, sino intensamente política.
Porque es la política del chavismo la que ha conducido a ese país, mediante una relación de causa y efecto, al abismo de la emergencia crítica. En Venezuela faltan comida, medicinas, electricidad y servicios esenciales porque antes ha faltado ese intangible llamado libertad. Una carencia es el origen de la otra, y resulta imprescindible llamar la atención sobre ese doble desengaño. El caos social bolivariano es mucho más que un fiasco económico. Se trata del colapso general de un proyecto autoritario que ha tratado de subvertir el orden democrático.
Es lo que desde hace meses tratan de decirnos a los españoles los valerosos opositores venezolanos, algunos de los cuales pagan aún con la cárcel su rebeldía al delirio estrambótico de un Maduro aislado. Llevan tiempo clamando como casandras su advertencia de que ellos también pensaron que esa tragedia era imposible en un país próspero al que el hartazgo por la corrupción entregó en brazos de la demagogia populista. La visita ultramarina de Rivera tiene en ese sentido el valor instrumental de una requisitoria –electoral, sí, claro– y de un recordatorio. El de que Venezuela no es sólo una nación hermana en apuros, sino el espejo extremo de lo que una sociedad puede llegar a vivir cuando la decepción la empuja a confiarse a los profetas de un falso paraíso revolucionario.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 26/05/16