Ya no cuela llamar ‘autodeterminación’ o ‘libre expresión de la voluntad popular’ a cuanto va contra el actual Estado español de Derecho y tachar de opresión a lo que contraría a los nacionalistas radicales. El que quiera ponerlo todo patas arriba tiene que resignarse a las dificultades de la empresa y a que muchos no le secunden en esa tarea.
Con notable unanimidad, las fuerzas políticas representadas en el Parlamento vasco han rechazado la declaración «de principios y voluntad» que hizo Batasuna en Alsasua recientemente. Ha sido calificada de «más de lo mismo» y sin duda en gran medida lo es. Pero, aunque estemos ya un poco o mucho cansados de repetir los mismos argumentos, no me resisto a intentarlo de nuevo como esfuerzo de apelación a una improbable pero nunca descartable buena voluntad. Quién sabe, a veces la dichosa buena voluntad no es sino un beneficio colateral de las malas circunstancias: precisamente como las que ahora atraviesan sin duda las fuerzas políticas ligadas a la estrategia terrorista y la propia ETA, en su aún peligrosa pero ya irreversible fase terminal.
Lo primero sobre lo que deben aclararse quienes promueven el escrito es si éste se dirige solamente a su parroquia (para dar la animosa impresión de que algo se mueve hacia delante, pese a los indicios adversos) o también pretende convencer a una parte significativa del resto de la sociedad. Si este segundo fuera el caso, no empiezan bien: titular ‘un primer paso para el proceso democrático’ es una ridiculez. Hay mucha gente descontenta con tal o cual aspecto de nuestro sistema democrático, pero nadie, créanme, nadie (fuera quizá de la secta abertzale radical) sigue a estas alturas esperando que la democracia se inaugure en Euskadi. Otra cosa sería que ese ‘primer paso’ fuera a ser dado por los que en efecto están fuera de la democracia que compartimos, a saber: los terroristas, quienes les apoyan y quienes les justifican. Pero todos sabemos que ese primer paso debería ser la renuncia a la violencia y la coacción, llamada para embellecerla ‘lucha armada’. Como de ese paso desgraciadamente no se habla en el escrito, el título sobra. si se quiere convencer a los que no están convencidos.
Más adelante se menciona que la prioridad es superar el actual marco jurídico-político, un escenario que «perpetúa el conflicto político y armado». Pero resulta evidente que el conflicto político puede y debe afrontarse dentro del marco actual -se daría también en cualquier otro- como demuestran todos los días los debates parlamentarios y las propuestas de los partidos. En democracia, el conflicto político incluso sobre temas esenciales es algo tan natural como hacer regates y tirar a puerta en el fútbol. Lo que en cambio perpetúa el conflicto armado es no aceptar el espacio exclusivamente político de los conflictos, o sea pretender liquidar al árbitro o a los delanteros del adversario para así mejorar el tanteador. Desde el sistema político se puede ir más allá del escenario actual. si es que efectivamente se cuenta con una mayoría social a favor. Lo que es inadmisible es dar por sentado que uno tiene derecho de antemano a esa mayoría y reivindicarla por la fuerza si tarda en sernos reconocida.
Se insiste en que «los marcos legales vigentes no pueden ser freno a la voluntad popular libre y democráticamente expresada, sino garantes de su ejercicio». Hombre, claro: eso es precisamente lo que ocurre ahora. Lo que nadie puede pedir es que no haya ningún tipo de marco legal, como en Somalia, para que cada cual pesque en el río revuelto sin pagar gabelas o piratee la voluntad popular como le apetezca. Porque ya no cuela llamar ‘autodeterminación’ o ‘libre expresión de la voluntad popular’ a cuanto va contra el actual Estado español de Derecho y tachar de opresión a lo que contraría a los nacionalistas radicales. El que quiera ponerlo todo patas arriba tiene que resignarse a las dificultades de la empresa y a que muchos no le secunden en esa tarea, sino lo contrario. Las instituciones legales, por democráticas que sean, pueden ser cambiadas, pero existen y son tozudas: ni las bombas pueden borrarlas ni ellas van a suicidarse para agradar a quienes nos harán mañana el favor de dejar de ponerlas. De modo que cuanto antes se hagan a la idea, mejor.
Algunos estamos dispuestos a aceptar que hay gente en Batasuna intentando dar un paso hacia la democracia que hasta ahora han conculcado. Pero les pedimos un esfuerzo más todavía. Primero, que para demostrar su opción por la vía política y democrática rechacen inequívocamente la utilización de la violencia terrorista. Segundo, que admitan que cuando se hace política uno puede democráticamente ganar o perder: y que si lo que se propone es un cambio radical y total del marco político actual, las probabilidades de éxito a corto o medio plazo son inversamente proporcionales a lo ambicioso del proyecto. La paciencia es una virtud democrática y no hay más remedio que persuadir cuando de veras se renuncia a imponer. Nadie puede decir que es demócrata sólo si los demás se avienen de inmediato a suscribir sus ideas.
A cierto emperador pagano, perseguidor del cristianismo, se le exigió en su día para poder ser bautizado que adorase lo que había perseguido y persiguiese lo que había adorado. Quitándole las implicaciones teológicas a este planteamiento, puede servir de orientación al esfuerzo político que la mayoría parlamentaria del País Vasco exige a quienes quieren próximamente verse representados junto a ellos en las instituciones que tanta sangre ha costado defender contra sus agresores.
Fernando Savater, EL DIARIO VASCO, 30/11/2009