Ahora los teóricos del Zutabe hablan de la negociación política como todo un aspecto de su lucha. Entonces, cuando acababa de desaparecer Pertur, anunciaban que las cosas no se negociaban, se conseguían, para avalar la continuación de ETA que se engolfaba, cada vez más, en el nacionalismo más excluyente e identitario, y atacaba a la democracia en ciernes como nunca fueron capaces de atacar a la dictadura de Franco.
Nos acostumbramos con los años a ir a despedir a amigos en sus funerales. Llega el caso que al descubrir alguna amistad fuera de estos luctuosos actos, cuando lo habitual es encontrarte con él en ellos, lo celebras de manera sincera, «esta vez por lo menos nos hemos encontrado sin necesidad de funeral». Pero las exequias fúnebres tienen su utilidad, sirven para despedir de una manera social al fallecido, reconocemos su muerte y a partir de ahí, tras un momento de catarsis, le recordamos con una dulce tranquilidad a poco que pasen unos días. Ya está, no le veremos más. Y de una forma cada vez más natural le evocamos en el recuerdo alegrándonos, incluso, de los buenos momentos que compartimos cuando él vivía.
Con las personas que han desaparecido sin dejar rastro, aunque sospechemos que están muertas, no pasa lo mismo. Los desaparecidos como Pertur acaban obsesionando. Precisamente por su desaparición no nos dejan en paz y reaparecen una y otra vez de una forma mucho más vivida que en cualquier pasaje de ficción. No es ninguna casualidad, aunque coincida con el treinta aniversario de su ausencia, que en estos momentos en los que el discurso de ETA hace gala, ironías de la historia, de un lenguaje político-militar ante lo que pudiera cuajar como una negociación con el Gobierno, uno de los teóricos de aquel pensamiento, Pertur, desparecido ante una negociación, -también con el Gobierno de entonces-, vuelva a estar entre nosotros.
No se van a poder desentender de él tan fácilmente los que le hicieron desparecer, ni de los errores que cometieron, todo ello les va a perseguir. Ni siquiera los que puedan ahora repetir la historia, que en esta ocasión no lo harán como una farsa porque hay centenares de muertos de más a sus espaldas, el acoso a una democracia, y un retraso humano incapaz de ser indemnizado. No lo harán cómodamente con la risa burlona que provoca toda farsa. Aquí ni hay lugar ni siquiera para ella, Eduardo Moreno Bergaretxe despareció porque anunció que había que hacer política, y por eso no supimos más de él.
Ahora los teóricos del Zutabe hablan de la negociación política como todo un aspecto de su lucha. Entonces, cuando acababa de desaparecer Pertur, anunciaban que las cosas no se negociaban, se conseguían, -ez da negoziatezen, lortzen da, decía la consigna-. Todo ello para avalar la continuación del terrorismo a la vez que ETA se engolfaba, cada vez más, en el nacionalismo más excluyente e identitario, y se atacaba a la democracia en ciernes como nunca fueron capaces de atacar a la dictadura de Franco. Había que conseguir las cosas matando a muchos más que durante el franquismo. Ahora parece que no. Sin embargo, ahora Pertur, y sus argumentos, reaparecen para torturar la irresponsabilidad y locura de los que nos han mantenido en esta carnicería. No sólo reaparece porque sus amigos decidieran ofrecerle un homenaje.
Entonces, en 1976, el apoyo a la intervención política, la creación de un partido al que se le entregara el protagonismo, fue condenado por entreguista, carente de coherencia, reformista, y traidor. Sin embargo, en algo tenían razón sus detractores, si la organización armada quedaba supeditada a la política acabaría siendo liquidada por ésta, y se encargaría el partido de liquidar a la organización armada. Y en eso tenían y siguen teniendo razón, porque suele ocurrir, a poco escrupuloso que sea el sistema, que o se juega con las reglas del juego o te acaban expulsando del terreno. Y la organización política no quiere ser expulsada de él y acaba fagocitando al terrorismo. Eso fue lo que pasó, eso ya lo sabían que iba a pasar, es lo que puede pasar ahora y también lo saben de nuevo. Ante la cínica situación no es de extrañar que Pertur nos obsesione y se nos reaparezca.
A poco que empiecen a entender los actuales interlocutores del terrorismo los comportamientos, los ajenos y los propios, podrán ir descubriendo que el pueblo era el de los otros, que la cultura, el desarrollo, la solidaridad y hasta la piedad eran la de los otros, que el humanismo, la libertad, la justicia, eran la de los otros. A poco que se acerquen al mundo que han aterrorizado podrán descubrir que los que más terror han padecido han sido ellos, que los más han estado desaparecidos han sido ellos, porque los otros estaban vivos y ellos eran unos muertos ante la historia. Pertur no estaba desaparecido, su fantasma nos recuerda que está y que hizo algo importante por todos nosotros.
Eduardo Uriarte. El País, 9/8/2006