- El bochorno de Ábalos y Koldo retrata a Sánchez, su cómplice político desde 2018
Como si se tratara de dos miembros de una organización mafiosa, dos de los nombres más relevantes del PSOE en la última década se personaron en el Tribunal Supremo para dar un bochornoso espectáculo confuso con el que despistar al juez encargado de su trama de corrupción, protegerse a sí mismos con trucos baratos y mentiras galopantes y, en último lugar, preservar de algún modo a la organización política que les cobijó y al jefe que les protegió, Pedro Sánchez.
José Luis Ábalos se limitó a negar su participación en una organización delincuencial que actuó desde el Gobierno y desde el partido e, incluso, tuvo la desfachatez de dudar de la veracidad de los audios donde él mismo se delataba, con impúdicas conversaciones con su asesor sobre mordidas, mujeres, apaños y amaños.
Y perdió así la última oportunidad para poner un punto de dignidad a su indecencia, colaborando con la Justicia para esclarecer la dimensión de la trama, sus ramificaciones, sus cómplices y sus beneficiarios. Hizo, en fin, lo que más le podía beneficiar al PSOE al corto plazo, en una ceremonia delirante de confusión con muy escaso recorrido.
El mismo que tendrá Koldo García probablemente, que en sintonía con su hasta ahora mentor o sin contar con él, optó por no declarar, un derecho constitucional que, sin embargo, le retrata como al propio Ábalos: ninguno de los dos podía hacer otra cosa que callarse o falsear la realidad, con el ánimo de ganar algo de tiempo y perder la compostura.
Porque las evidencias conocidas son abrumadoras ya, con un recorrido penal de gran profundidad a medio plazo y político inmediato: se hayan concertado o no los dos, y ambos con Santos Cerdán y el PSOE; todos están implicados por acción u omisión en una red corrupta que ha operado durante décadas a la vera de Pedro Sánchez y está conectada, de un modo u otro, con todos los protagonistas y tramas secundarias de esta auténtica Tangentopoli, la burda corrupción sistémica que arrasó al socialismo italiano en los años 90.
Resulta ahora mismo imposible saber si Ábalos, Cerdán y Koldo se han puesto de acuerdo y en qué medida mantienen una comunicación subterránea con quienes en público les han tirado a la hoguera tras promocionarles y protegerles durante años, pero en realidad eso es indiferente.
Porque lo sustantivo es que los informes de la UCO son incuestionables y los autos del Supremo irrebatibles, tanto como la densa documentación periodística acumulada durante años y la lamentable complicidad de Sánchez con los hechos, negados en ese tiempo e incluso utilizados como coartada para atacar y legislar contra la Justicia, los Cuerpos de Seguridad y la prensa.
La imagen del todopoderoso escudero de Sánchez en el Supremo, entre pruebas de enchufes, comisiones, tratos con prostitutas y negocios en las sombras en un montón de escenarios contiguos al Gobierno y consentidos por la Moncloa; resume una época y entierra la inverosímil teoría de que el líder socialista no sabía nada.
Solo hubiera necesitado leer los periódicos. Él también está políticamente en esa sala del Supremo, por donde pasa una parte de la perentoria regeneración de la vida pública española, convertida en una sentina por un dirigente que, desde 2018, no ha hecho otra cosa que coger atajos para llegar a sus objetivos a cualquier precio, en compañía de malhechores ya por todos conocidos.