El precedente verificador de Manikkalingam
Tengo escrito alguna vez que el sueño dorado que secretamente alimentan todos los nacionalistas en su conflictiva relación con el Estado es la mediación, un tropel de cascos azules de la ONU patrullando una zona de paz entre las dos partes en litigio. La nueva, ma non troppo portavoz del Gobierno, la infatigable Pilar Alegría compareció ayer ante los medios para no dar cuenta de la identidad del verificador que va a ejercer la mediación entre Cataluña y el resto de España. Eso, en su opinión, debe explicarse “en una mesa distinta”, se entiende que son el PSOE y Junts como partidos implicados los que deben dar cuenta del celestinaje.
¿Quiere esto decir que el Gobierno está ocultándonos información sobre el asunto? En modo alguno, hombre por Dios, ¿cóso se les puede ocurrir semejante cosa? Pilar Alegría no un modelo de inteligencia, pero por esa misma razón es bastante transparente y ha defendido que precisamente la transparencia es fundamental seña de identidad del Gobierno socialista. Al mismo tiempo el Gobierno sostiene que la discreción es fundamental para que todo salga bien y que toda precaución es poca.
El lugar del encuentro será con toda probabilidad Ginebra, que le queda cerca de casa a la pobre Marta Rovira y ya metidos en faena cabe suponer que el sanchismo va a tirar de la agenda de Rodríguez Zapatero, que ya había intentado buscar la verificación o la mediación o como quiera que lo llamen durante lo que llamó ‘el proceso de paz’ entre el Gobierno español y ETA. Esta es otra de las deudas que Sánchez tiene con Rodríguez.
Es muy probable que Sánchez haya recurrido a los precedentes: la Fundación Henri Dunant, en Suiza, el abogado sudafricano Brian Currin y su Grupo Internacional de Contacto, sin olvidar al impresionante Ram Manikkalingam y su Comisión Internacional de Verificación.
El resultado de las tareas de verificación fue más bien discreto en todos los casos, aunque en algunos más que otros.
Lo de Manikkalingam, un profesor holandés nacido en Sri Lanka. fue especialmente chocante. En 2013, los terroristas quisieron hacer un paripé sobre el desarme y lo convocaron en compañía de otro verificador del Gobierno vasco. Los dos fueron citados por una carta anónima, se reunieron con encapuchados a quienes no pudieron identificar, les vendaron los ojos para llevarles a una casa cuyo emplazamiento desconocían. Allí les enseñaron unas pocas armas: dos revólveres, una pistola, un subfusil, unos metros de cordón, ocho temporizadores y dos granadas, que no les dejaron tocar, se hicieron una foto de familia encapuchados y pardillos, metieron la ferralla en una caja de cartón que sellaron con cinta de embalar y se la llevaron. Lo más patético del asunto fue el ataque de pánico de Manikkalingam cuando fue llamado a declarar ante la Audiencia Nacional, qué menos, es lo que se espera de los tribunales cuando hay información de que alguien ha mantenido contacto con una banda criminal. También Urkullu se tomó lo de la Audiencia malamente y Ram Manikkalingam no volvió a pisar España o sea, que muy probablemente volverá a descartarse. Por si acaso.