Entre aquella «primera bala» con la que la banda Negu Gorriak animaba a la lucha armada y «la poesía como un arma cargada de futuro» de Gabriel Celaya se sitúa ‘Azken Bala’ (Última bala), poemario del navarro Hasier Larretxea, que le permite un viaje atípico: desde el ámbito abertzale hasta la apuesta por la no violencia.
Entre aquella «primera bala» con la que la banda musical Negu Gorriak animaba a la lucha armada y «la poesía como un arma cargada de futuro» de Gabriel Celaya se sitúa Azken Bala (Última bala), poemario del navarro Hasier Larretxea (Valle de Baztan, 1982) publicado el año pasado por la editorial sevillana Point de Lunettes y que permite al navarro un viaje atípico: desde el ámbito abertzale hasta la apuesta por la no violencia.
Larretxea ha disparado en edición bilingüe, y eso no lo hubiera conseguido en una editorial vasca. Cuenta, ya desde su exilio madrileño (donde ejerce de trabajador social) que cuando presentó el libro en la Casa Vasca de Madrid, un espontáneo le advirtió: «¿Por qué no has publicado en una editorial vasca?». «Percibí esa frialdad tan del norte», rememora.
Hasier es de una generación que no conoce el País Vasco sin ETA, y su descarnada obra obliga a la literatura y ciudadanía vasca a posicionarse. «Concibo la poesía como limpieza y exorcismo. Hay que hablar de lo que duele, de lo que no está permitido en ciertos círculos, más si vienes de ese lugar, cortar cuerdas con conocimiento de causa, desde el núcleo. Cortar los nudos que maniataban», resume el autor navarro, que de su padre escuchó entonces: «Orain hasi zara ibiltzen» (Ahora has empezado a caminar).
En la editorial todavía sonríen cuando recuerdan la inocencia que percibieron en la propuesta de Hasier: «Hola, soy un poeta vasco. Hice el ejercicio de enviarlo a alguna editorial vasca, aunque no me recomendaron que lo hiciera, por el contenido altamente explosivo del poemario». Incendiario es hablar del dolor y las grietas que provoca la violencia, del miedo que atenaza, y del cansancio.
El resultado de su arrojo es el primer libro bilingüe euskara-castellano publicado en Andalucía, un trabajo de traducción que ha realizado otro poeta navarro, Ángel Erro. «Que sea bilingüe es vital», afirma, «porque es útil para conjurar el prejuicio que existe de que la literatura vasca es monocorde. Se está haciendo en euskara una literatura nada complaciente que no elude cuestiones espinosas como la deriva o el enquistamiento de la violencia», explica.
El poemario podría haber existido sólo en euskera pero, ¿de qué habría servido? Sin embargo, para poder escribirlo Larretxea tuvo que tomar distancia; esbozó los primeros versos cuando decidió dejar el valle y vivir en Madrid. «Hasta ese momento viví dando tumbos, sin paso firme, dejándome influenciar y manipular por momentos. Mi madre y mi pareja me pidieron que no publicara el libro, pero el valor de Azken Bala radica en el contenido, en el sentimiento humanista, desde una postura ética, y abogando por el fin de la violencia», cuenta.
En el prólogo, el editor vitoriano Jabo H. Pizarroso dice que la poesía de Hasier es «liberada». «En el sentido de la libertad de la que habló Albert Camus, libertad como responsabilidad», amplía. «Liberada porque para escribir este libro ha tenido que liberarse de muchas placas internas. Escribir hoy en el País Vasco es quitarse escamas de metal», dice. En los últimos meses, muchas son las voces de la intelectualidad vasca que, recogiendo la última bala de Hasier, marcan su publicación como un punto de inflexión.
El cineasta Montxo Armendariz, navarro como Hasier, apunta que «la sinceridad de sus poemas, su oposición frontal ante determinadas actitudes recuerda a la obra de poetas como Jorge Oteiza, Gabriel Aresti o Lauxeta».
EL MUNDO, 1/2/2010