TONIA ETXARRI-EL CORREO

 
Fracasará el intento del grupo de Arnaldo Otegi de impedir la campaña electoral del centro derecha en Euskadi
EH Bildu no quiere ver a Casado, Rivera y Abascal en el País Vasco durante la campaña electoral. En realidad no les quiere ver nunca. Pero, a la hora de pedir el voto, mucho menos. Esa forma tan totalitaria de marcar el territorio la expresó a través de una iniciativa parlamentaria. Para que la Cámara vasca exija a los partidos políticos «que apenas tienen apoyo social, político e institucional en Euskal Herria que no utilicen el territorio vasco». Textual. La proposición no de ley no llegará seguramente al final del recorrido cuando mañana lo vea la Mesa. Pero la motivación en la que se sustenta esta propuesta de la izquierda abertzale resulta inquietante.

Según los compañeros de Otegi son el PP, Ciudadanos y Vox quienes ponen en riesgo la convivencia cuando se presentan en actos políticos por la geografía vasca y navarra. Pero la razón real de semejante despropósito es que quieren tapar sus propias vergüenzas. No hay más que recordar los lamentables episodios que tuvieron que protagonizar los aludidos como víctimas de escraches, insultos, agresiones y boicots en Rentería, Miraballes, San Sebastián o Bilbao. También en Alsasua fuera del período electoral. Fueron actos concebidos «dentro de una estrategia de provocación», dicen los inspiradores de la medida prohibitiva. Pero en realidad, ¿quién provocaba? Los seguidores de la izquierda aber-tzale, como se pudo ver en las imágenes de todos los acontecimientos. Los líderes aludidos, por el mero hecho de hacerse visibles denunciando la política de justificación de la historia de ETA y los proyectos de ruptura con España, ya hacen que la izquierda abertzale se sienta ‘provocada’. De ahí a las escenas violentas hay un paso. En Rentería, por ejemplo, Rivera, Fernando Savater y Maite Pagazaurtundua fueron abucheados e increpados. Hasta el punto que Ciudadanos denunció a sus agresores ante la Fiscalía.

Esas imágenes no les favorece a quienes siguen sin condenar los 858 asesinatos de ETA pero se visten con piel de cordero para dar lecciones de democracia. Quieren prohibir. Que no tengan excusas para reaccionar agrediendo cuando se sienten provocados. Y quieren marcar el territorio como si fuera de su propiedad. Quieren vetos para no perder apoyos. Que están muy bien instalados como segunda fuerza política vasca gracias a los 225.172 votos obtenidos en las últimas elecciones autonómicas. Se sienten tan consentidos que se atreven no solo a homenajear a los presos de ETA que van saliendo de las cárceles como si fuesen héroes sino a impedir a los partidos que no les gusta que pisen tierra vasca. Se permiten el cinismo de abogar por la defensa de la libertad de expresión (un principio que merece toda la protección, dicen), pero solo para ellos y para quienes no se atreven a contradecirles.

Pablo Casado se ha paseado por el ‘oasis’ imaginario vasco acompañado de Alfonso Alonso, entre otros. Albert Rivera hizo lo propio con Fernando Savater y Maite Pagazaurtundua por Rentería. Y la eurodiputada , después de haber sido recibidos con caceroladas e insultos, se lamentaba de que no haya una crítica de fondo de los partidos políticos a una ideología excluyente, fruto del odio larvado durante tantos años. El alavés Santi Abascal tuvo que celebrar sendos actos electorales a puerta cerrada. Asistentes a sus actos fueron agredidos. Representantes de los tres partidos habían acudido a Alsasua, antes del tiempo electoral. Y tuvieron que oír que les llamaran «terroristas».

Este intento de la izquierda abertzale de amordazar a quienes les resultan incómodos no prosperará. Han querido matizar, a última hora. Que en realidad solo quieren vetar a los líderes políticos aludidos en los municipios donde no tienen respaldo electoral. Da igual. Siguen con el veto. Impedir la libre circulación de las personas por cualquier rincón de este país es propio de nazis, para el PP. Al socialista Pastor le parece una iniciativa absolutamente peligrosa «en un país en donde hemos sufrido el apartheid político». Podemos tampoco es partidario. Lo dijeron al calor de una tertulia radiofónica. Nada oficial. Sin comunicados. Los tres partidos a los que el grupo de Otegi ha querido impedir el paso seguirán presentes en el País Vasco. Como todo hijo de vecino. La iniciativa de EH Bildu es mucho más que «un poco delirante», como llegó a decir el PNV. Refleja una voluntad totalitaria de callar al disidente. Una actitud que habría merecido una reacción más firme de todos los partidos vascos.