Antonio Casado-El Confidencial
- La palabra ‘bochorno’ nos libra de recurrir al oscurantismo del vivan las ‘caenas’ o el motín de Esquilache
Lo del lunes en el Palacio de la Zarzuela (encuentro familiar, sin imágenes, fuera de la agenda oficial) no será como lo del fin de semana en Sanxenxo. Las imágenes del enjambre de cámaras y reporteros atraídos por el llamado Rey emérito a este bellísimo rincón de la costa gallega han sido la burla televisada de una consigna oficial: que el viaje privado de don Juan Carlos fuese lo más discreto posible.
La palabra ‘bochorno’, utilizada por la exvicepresidenta, Carmen Calvo, nos libra de recurrir a las analogías históricas que podrían remontarse a la España oscurantista del vivan las ‘caenas’ o el motín de Esquilache. Pero que nadie se engañe. Quienes por prudencia y sentido común no se toman la molestia de viajar a Galicia para dar la vara al emérito, por corrupto, son mayoría frente a quienes le jalean sin reparar en el daño que ha hecho a España, a la Corona y a su propio hijo.
El viaje sirve para que ‘cebrianes y echeniques’ crean que son más de izquierdas que nadie por abrir debates que apestan a naftalina
De momento, el viaje ha servido para que ‘cebrianes, garzones y echeniques’ se pongan estupendos creyéndose más de izquierdas que nadie por denostar a la monarquía, anunciar el advenimiento de la Tercera República y abrir debates absurdos que apestan a naftalina. Eso sí, con la inestimable colaboración de don Juan Carlos, que da cuartos al pregonero y crea dificultades añadidas a su hijo, el rey Felipe VI.
Así no ha podido evitarse el temido efecto polarizador de la visita. A un lado, quienes están dispuestos a olvidar la reprobable conducta del viejo rey. Al otro, quienes aprovechan la ocasión para expresar una fobia antimonárquica que desborda la reprobación del emérito tirando por elevación contra Felipe VI y lo que representa.
Los dos bandos arremeten contra el PSOE. Desde la derecha, por indolente. Desde la izquierda, por complaciente. Ambos le acusan de ponerse de perfil. Pero no es verdad. Pedro Sánchez y su partido hacen lo que les toca hacer como partido de Estado: ser críticos con el emérito y respetuosos con la Constitución. Siempre al hilo de la línea marcada por la Casa del Rey, desde que el hijo, con la conformidad del Gobierno, señaló al padre el camino del alejamiento. A saber: los intereses de la Corona están por encima de las preferencias del Rey emérito.
Sánchez y su partido hacen lo que les toca hacer como partido de Estado: críticos con el emérito y respetuosos con la Constitución
La parte socialista del Gobierno expresa un respaldo explícito, firme, inequívoco, al rey Felipe VI y la monarquía parlamentaria como elementos de estabilidad del sistema. Y, al tiempo, reprueba la conducta opaca y no precisamente ejemplar de don Juan Carlos de Borbón, al que siguen reclamando explicaciones. Por respeto a los ciudadanos. Como una exigencia ética, ya que la judicial (el caso Corina, que se sigue en Londres, es una demanda de carácter civil) ha decaído dentro y fuera de España.
El exrey de España sigue haciendo oídos sordos a las reclamadas explicaciones. Nunca las dará. Sabe que hay mucho de qué disculparse y muy poco o nada que explicar. Todo está explicado públicamente, con lujo de detalles, en los relatos fácticos obrantes en los tres grandes procesos indagatorios ya archivados que pesaban sobre él en los ámbitos judiciales.
El exrey nunca dará explicaciones porque sabe que todo ya está bien explicado en los relatos fácticos de ámbito judicial
El viejo rey no puede, no quiere, explicar lo que ya se sabe. No hace falta. Lo único que podría hacer, como atenuante, es pedir perdón, disculparse y reconocer públicamente que en la parte final de su reinado su comportamiento público y privado dejó mucho que desear.
Pero ni por lo más remoto se le ha pasado por la cabeza hacer sumamente cosa. Ya lo hizo una vez hace 10 años («Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir») y la contrición duró lo que duró.