Viaje sin retorno

Francesc de Carreras, LA VANGUARDIA, 15/9/12

Imagino el vértigo que le ha entrado a Artur Mas; ser héroe o fracasado

El carácter y el éxito de la manifestación del pasado Onze de Setembre suponen un giro sustancial del nacionalismo catalán. Es difícil ponerlo en duda: de reclamar más autonomía se ha pasado a pedir, lisa y llanamente, la independencia. Una enorme multitud -no entremos en cifras- la ha apoyado en la calle. Esta nueva situación se presentía desde que Artur Mas ganó las elecciones del 2010, en los últimos meses el proceso se aceleró, ahora es un hecho que no parece tener marcha atrás: CiU ha finalizado una fase y está en los comienzos de otra.

Lo que más ha influido en el éxito de la convocatoria es la nueva posición de CiU. Hasta hoy ha habido muchas manifestaciones independentistas, siempre con discreto éxito, a veces con un número casi ridículo de participantes. En todo caso, cada Diada había una marcha en este sentido. Si este año se ha conseguido reunir tal multitud es porque el Govern de Mas la ha apoyado con sus fuerzas sociales, culturales y mediáticas. Si CiU ha representado hasta ahora lo que suele denominarse la «centralidad del país», el eje de esta centralidad se ha desplazado de la autonomía a la independencia. El tiempo dirá si la sociedad catalana secunda el cambio.

Si echamos la vista atrás, podemos ver como esta evolución estaba prevista desde los años de la transición. A veces he contado en estas páginas que en una de las manifestaciones de aquella época anduve durante un rato con un grupo de amigos de Convergència. El eslogan que coreaban era «avui paciència, demà independència». Se me abrieron los ojos: durante la autonomía había que tener paciencia, pero era algo pasajero, al final del camino llegaríamos a la independencia.

En realidad, durante todos estos años, además de ejercer las competencias propias de la autonomía, se han ido construyendo en Catalunya las «estructuras de Estado» que ahora, con un cierto cinismo, reclama Artur Mas. El proceso ideológico de construcción nacional y el desarrollo de las instituciones ha sido tan intenso que en lugar de una comunidad autónoma se ha levantado un pequeño Estado. O sea, que todo está a punto, sólo falta culminarlo. En todo caso, la fase de la paciencia se ha acabado. Ahora, la mayoría de los actuales dirigentes de CiU, dirigidos desde la línea de fondo por Jordi Pujol y empujados por una parte de sus electores, sólo desea separarse de España. El concierto económico ya es un juego de niños.

Creo que CiU ha traspasado una línea roja sin retorno. Imagino el vértigo que le ha entrado a Mas: pasará a la historia como un héroe o un fracasado. ¿Ha equivocado los tiempos, se ha precipitado, se ha visto forzado por las circunstancias? ¿Cuántos ciudadanos de Catalunya tendrá a su lado en el momento decisivo? Seguramente estas son las dudas que rondan por su cabeza.

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