LA RAZÓN, 2/10/11
Las víctimas de los bastiones de la izquierda abertzale en Navarra creen que ETA seguirá matando. «Los presos están muy bien donde están, lejos»
MADRID- «De las cinco balas que dispararon contra mi padre, hay un gramo que para el Gobierno parece que tuvo justificación». Salvador Ulayar presenció con 13 años cómo un etarra disparaba a su padre, Jesús, a quemarropa. En Echarri-Aranaz, al norte de Navarra la izquierda abertzale sigue manteniendo su bastión, ahora con Bildu. El pueblo es «un parque temático etarra en el que los habitantes se han amoldado a base de tiros. Nunca han levantado la cabeza». «Hemos dado un salto atrás de muchos años en el tiempo» y recuerda cómo nunca vio nada tan descarado como lo ocurrido en Alsasua, pero sí «un pasa calles con goras a ETA» por los pueblos de Navarra.
El asesino de su padre «nunca mostró arrepentimiento», y asegura que el perdón sólo vale «para cumplir su condena y no para aprovecharse de ella». Para Ulayar, «hasta ahora los terroristas parece que van ganando, porque les hemos dado poder» aunque las pistolas «ahora estén calladas».
Y es que las víctimas no creen en los «pasos de resolución» ni en las «verificaciones» de las que habla la banda terrorista.
Rosalía Sáinz ya no vive en Berriozar, otro pueblo al norte de Navarra donde la banda terrorista asesinó a su marido, el militar Francisco Casanova. No está de acuerdo con la propuesta de Patxi López de acercar de manera progresiva a los presos de ETA porque cree que los etarras presos «están muy bien donde están, lejos». Alberto Viedma y Mikel Ayensa, asesinos de su marido, fueron condenados a 20 años de cárcel y asegura que ninguno le ha pedido perdón. Cumplen condena lejos de Navarra. «Es un engaño total. No me creería el perdón, pero que lo pidieran no implica que estén exentos de culpa». Tampoco cree que Bildu contribuya a la paz. «Están crecidos, tenían que estar ilegalizados. De momento no matan, pero son los mismos perros con distinto collar. Quieren esta tierra para euskaldunizarla». A veces va de visita a Berriozar, y los vecinos aún le cuentan cómo las cosas han cambiado. «Pasa igual que en Leiza o Alsasua, la gente está más amedrentada. Ha vuelto el miedo».
María José Rama, viuda de Juan Carlos Beiro, lamenta que la izquierda abertzale «ahora se esté financiando con mi dinero». Su marido fue asesinado en Leiza, el mismo pueblo que tiene a su alcalde de Bildu imputado por presunto enaltecimiento del terrorismo, el mismo cuya plaza del ayuntamiento acogió a cinco encapuchados con carteles que pedían el acercamiento de los presos. «Leiza es un pueblo fantasma, tenebroso; la gente se esconde. Nadie de allí me da confianza, ocultan algo», como «el nombre de quién ordenó matar a mi marido». El asesinato aún sigue impune. «Todo lo que digan los que vienen del entorno de ETA es mentira. Como no se les va a dar lo que piden, seguirán matando».
LA RAZÓN, 2/10/11