Víctimas en busca de paz

EL CORREO 19/05/13

Damnificados por ETA reclaman justicia y una memoria crítica con el pasado para cerrar sin fisuras el ciclo del terrorismo

Resumir el sentir de las víctimas de ETA ante el final del terrorismo es cuanto menos difícil y, sobre todo, complejo. Pero si algo las une es el anhelo de que el futuro se construya sobre tres pilares: verdad, memoria y justicia. El proceso de paz abierto tras el cese decretado por la banda en octubre de 2011 está cargado de interrogantes, como también de preocupaciones. En especial, entre aquellos que sufrieron de cerca su zarpazo. Unas inquietudes que se incrementan con el regreso de la kale borroka o el pulso trasladado de nuevo a la calle por la izquierda abertzale, como ha demostrado con los ‘muros humanos’ levantados en San Sebastián y Ondarroa en las últimas semanas para evitar la detención de personas condenadas por su vinculación con ETA. Cuatro damnificados dejan entrever sus temores, deseos y, sobre todo, los pasos que consideran todavía pendientes para evitar que décadas de violencia se cierren en falso. Sara Buesa ha sido «siempre una persona optimista por naturaleza». «Sabía que esto se iba a resolver», señala. Pero tras año y medio sin atentados «le preocupa» que «parece que estamos estancados». La hija que Fernando Buesa, asesinado por ETA el 22 de febrero de 2000 en Vitoria, recuerda que quedan muchas cosas

Sara Buesa. Hija de Fernando Buesa
«Hay mucha prisa para que esto acabe cuanto antes»
Sara Buesa ha sido «siempre una persona optimista por naturaleza». «Sabía que esto se iba a resolver», señala. Pero tras año y medio sin atentados «le preocupa» que «parece que estamos estancados». La hija que Fernando Buesa, asesinado por ETA el 22 de febrero de 2000 en Vitoria, recuerda que quedan muchas cosas pendientes y subraya dos, que son las que le hacen permanecer «escéptica»: «ETA no ha acabado de desarmarse» y no ve «grandes cambios en la izquierda abertzale». «Creo que ha habido un desmarque de la violencia a nivel teórico, pero no acaba de haber un reconocimiento ético de lo ocurrido», lamenta. «¿Tan difícil es decir que lo que ha pasado es algo que está mal y en ningún caso justificado? A mí no se me caen los anillos en decir que los GAL estuvieron mal», añade.
Sara recuerda que Bildu estuvo presente en la ofrenda floral que el Parlamento vasco celebró este año en memoria de su padre y de su escolta, Jorge Díez. Aunque tampoco olvida que, poco después, Laura Mintegi dijo que la muerte de Fernando Buesa «fue política y que se debió a la falta de diálogo, como si fuese un fracaso de todos». «Me pareció positivo que estuvieran en el homenaje, pero al escuchar aquello me sentí profundamente ofendida y engañada», se sincera.
La hija del histórico dirigente socialista advierte que «no se puede ser ambiguo» porque es importante que, «en un futuro, el terrorismo quede claramente deslegitimado». Su «miedo», reconoce, es a la «equidistancia y la equiparación, a que se mezcle todo en un mismo saco para eludir responsabilidades». «Hay mucha prisa y mucho deseo para que esto acabe cuanto antes, pero las instituciones tienen que tener en cuenta la opinión de las víctimas», defiende. Y es que Sara pone en valor la labor que desempeñan y pueden desempeñar los colectivos de afectados en favor de una mayor «movilización social, institucional y educativa». «Son el enlace entre el mundo político y la sociedad», señala.
Buesa se refiere, asimismo, y lo hace sin tapujos, a dos de las cuestiones de plena actualidad: el «bloqueo» en el proceso de paz y la situación de los presos de ETA. Sobre esta última cuestión, lo tiene claro: «Lo ideal sería la reinserción porque al final vamos a convivir, pero no a cualquier costa. Hay que estudiar los casos individualmente, que reconozcan el daño causado y nunca aplicar medidas que se salgan de la legislación vigente», expresa. En cuanto al camino hacia un futuro sin terrorismo, Sara no comparte que «algunos magnifiquen los pasos que dan ellos y pidan generosidad o que seamos valientes quienes siempre hemos estado al lado de la democracia». «La pelota –apostilla– está en su tejado».

Javier Urquizu. Hijo de José María Urquizu
«No se va a solucionar ni con uno ni con dos cambios de gobierno»
Javier Urquizu tiene muy claro el «tipo de sociedad que quiere» para sus hijos y sus nietos: «Una en la que si una víctima se cruza por la calle con un asesino, el que tenga que bajar la cabeza sea este último y no al revés, como ha ocurrido durante años». Es hijo de José María Urquizu Goyogana. Teniente coronel del Cuerpo de Sanidad, estaba destinado en Burgos, pero los fines de semana solía regresar a Durango, en Bizkaia, su municipio natal y donde regentaba una farmacia, como también lo hicieron su padre y su hermano. El 13 de septiembre de 1980, dos etarras entraron en el local preguntando por él. Bajo la excusa de hacerse un análisis, aprovecharon que la víctima se inclinó sobre el microscopio para pegarle un tiro en la nuca. Javier advierte que no se ha llegado al momento actual «por una reflexión sesuda de ETA, sino por la labor de las fuerzas de seguridad y la lucha ciudadana». Le gusta «mirar al futuro». De ahí que la gran duda que le ronda la cabeza sea: «¿Qué pasará ahora con la derrota social, moral y educativa del terrorismo?».
Urquizu rechaza la tesis de que las víctimas estén viviendo el final de ETA como un drama. «La inmensa mayoría, por no decir todas, nos tomamos como una gran noticia que dejara de matar. Pero, ¿hay que premiarles por eso?», expresa. Otra cosa es la tarea que queda pendiente y que, según subraya, «no se va a solucionar ni con uno ni con dos cambios de gobierno». Javier sostiene que «independientemente de que queramos o no, deberá haber vencedores y vencidos» y hace especial hincapié en dos cuestiones. La primera, «justicia, con mayúsculas». «Es la gran palabra y no es sustituible por ningún tipo de homenaje», subraya. Sson 326 los crímenes de ETA pendientes de resolver. El de su padre es uno de ellos y seguirá siéndolo, ya que ha prescrito. «Ese dato revela que el Estado de Derecho está en deuda con las víctimas; una sociedad sin justicia no es una sociedad civilizada», sostiene. El segundo reto al que «deberemos enfrentarnos» es el educativo. «Se ha comido la cabeza a toda una generación y eso no puede seguir pasando. La derrota del terrorismo a todos los niveles –añade– es una labor que corresponde a todos».

Mari Carmen Hernández. Viuda de Jesús Mari Pedrosa
«Con el homenaje a ‘Thierry’ se me pusieron los pelos de punta»
El 4 de junio de 2000, Carmen Hernández quedó viuda tras asesinar ETA a su marido, Jesús Mari Pedrosa, concejal del PP en el Ayuntamiento de Durango. Han pasado casi trece años desde que Carmen sufriera el «episodio más triste» de su vida. Al lado de su marido vivió diferentes treguas fallidas de la banda terrorista y ahora, 18 meses después de que ETA anunciara el cese de su actividad armada, se declara «optimista» porque cree firmemente que «ésta será la definitiva».
Carmen asegura sentirse «contenta» por el hecho de que los amenazados «puedan vivir más tranquilos, sin el riesgo de que les maten», si bien advierte que queda mucho camino por recorrer hasta evitar que se vea como «normal algo que no lo fue». La viuda de Pedrosa reconoce que cada víctima de la violencia «tiene su manera de pensar» y también de sobrellevar la huella que el terrorismo ha dejado en sus vidas. «Ha habido tanto sufrimiento… Hemos avanzado y confió en que las nuevas generaciones no tengan que soportar lo que nos tocó a nosotros», sostiene.
Carmen hace hincapié en palabras como «reconciliación», «impunidad» y «perdón». Ahora bien, matiza que la última cuestión es «muy individual». Ella se entrevistó con un preso de ETA de la llamada ‘vía Nanclares’ que «había hecho su propio examen de conciencia». «Se arrepentía de lo que hizo y pidió perdón. Eso es lo que tiene mérito y lo que vale», afirma. La viuda de Pedrosa considera que cada «persona debe pagar por el delito que haya cometido», pero no tiene reparos a la hora de posicionarse a favor del acercamiento de los reclusos de la banda a Euskadi, «dentro de lo que marca la ley».
«Hay que hacer las cosas bien, de acuerdo a la justicia y con memoria», defiende. Eso no quita que haya episodios que le duelan especialmente, como fueron los gritos de «gora ETA» que se escucharon en el homenaje a ‘Thierry’. «Se me pusieron los pelos de punta, porque hemos pasado cincuenta años bajo ese yugo, y sentí tristeza de que pueda continuar de esa manera», lamenta. Carmen es consciente de que «erradicar tanto odio es muy difícil» y que las cosas «no cambiarán de la noche a la mañana». De ahí, que tampoco comparta que «algunos tengan prisa y pretendan hacer borrón y cuenta nueva». Tiene claro que «las heridas se deben cerrar de otra manera, reconociendo todas las vulneraciones de derechos humanos que han existido». «Hay que llegar a consensos y el primer paso tiene que ser el de la autocrítica», señala. Por ahora, se muestra «escéptica» de que la izquierda abertzale pueda llegar a dar ese paso. «Ahora que defienden la palabra han tenido oportunidades y no lo han hecho», lamenta.
Se siente orgullosa de haber participado en la iniciativa ‘Glencree’, en la que varias víctimas de diferentes grupos terroristas y de abusos policiales compartieron sus respectivas experiencias. Asegura que luchará, «dentro de lo poco que tengo, para que podamos avanzar hacia una convivencia» en paz. Desde la pasada legislatura, la viuda de Pedrosa es una de las víctimas de ETA que recorre diferentes centros educativos vascos con sus testimonio en la carpeta. «Debemos poner la semilla; es todo lo contrario a generar odio. Se trata de evitar que la historia se repita».

Cristian Matías, Nieto de Manuel Albizu
«No se puede edulcorar la historia más sangrienta de este país»
«Todos estamos más contentos y tranquilos porque no se va a quitar la vida a nadie, pero no por ello nos dejan de preocupar otras cosas. Queremos que se sepa la verdad, con todas las letras, y que se haga justicia». Cristian Matías es contundente cuando habla del nuevo escenario abierto tras el cese de ETA. Es nieto de Manuel Albizu, muerto a manos de ETA en 1976 en la localidad guipuzcoana de Getaria cuando conducía su taxi por la carretera general de Bilbao a San Sebastián. La amnistía del 77 dejó impune el asesinato de su abuelo, «una persona que realizaba su trabajo y no tenía ningún tipo de vinculación política».
De aquel atentado «no hay información judicial alguna» y, aunque parece estar convencido de que otra amnistía sería inviable –así lo han repetido los poderes públicos–, teme que el Gobierno tome «medidas excepcionales que puedan beneficiar a los terroristas». Se refiere, por ejemplo, a la concesión del tercer grado y permisos o que se dejen de investigar los casos pendientes de resolver, que ascienden casi a un tercio de los cometidos por la banda.
Como también a la legalización de las marcas de la izquierda abertzale, sin que hayan realizado una autocrítica de su pasado. Si algo le ha dolido especialmente en este último año y medio han sido decisiones como la excarcelación por enfermedad de Uribetxebarria Bolinaga, el homenaje a ‘Thierry’ –en el que se gritó «Gora ETA»– o el reciente permiso concedido a Valentín Lasarte, que hoy regresa a la prisión de Álava después de pasar tres días en la localidad navarra de Lodosa. «Son gestos para que ETA vea que se está moviendo ficha, pero no hay que olvidar que hasta hace poco había gente que vivía con mucho miedo», expresa.
Matías recuerda que la banda «no ha anunciado su disolución ni ha entregado las armas y tampoco ha reconocido lo que ha hecho». Y, «aun así –censura–, personas que históricamente nunca han alzado la voz cuando se asesinaba, ahora hablan de que hay que perdonar y vienen a decirnos ‘ya no matan, qué más queréis’». «Queremos que se sepa la verdad y que no nos vendan la historia de que aquí hubo dos bandos enfrentados. No se puede edulcorar lo que ha sido la historia más sangrienta de este país», sentencia.