Victimismo piscinero

IGNACIO CAMACHO-ABC

  • El escándalo de las rebajas penales a violadores convictos es demasiado grave para encubrirlo con el comodín del machismo

Que Irene Montero es ministra por imposición expresa de su pareja es una obviedad tan manifiesta como que la cúpula de Podemos se ha convertido —si es que alguna vez fue otra cosa— en un clan exclusivo de amigos de Pablo Iglesias, que tan duras palabras empleó en su momento para denigrar la carrera de Ana Botella. También es una evidencia para cualquier conocedor de la política que Ione Belarra está en el Gobierno y en la dirección del partido por su amistad fraterna con la propia Montero, y que Sánchez acomodó a sus socios en el Gabinete desdoblando ministerios para instalar a sus socios en carteras sin apenas competencias donde pudiesen gestionar presupuesto. Los primeros que reconocen esto, en privado, eso sí, son los miembros socialistas del Ejecutivo, condescendientes y sumisos sufridores de los líos en que los meten sus compañeros con sus despropósitos legislativos. Se conforman porque es el precio del poder pero tienen plena conciencia del enchufismo que ha colocado en cargos de alto nivel a un grupo de personas de magro currículum.

Sucede que, acorralados por el escándalo de las rebajas de condenas a violadores convictos, unos y otros intentan parapetarse de las críticas en el burladero del machismo. Algunos diputados de Vox les han servido en bandeja el argumento con innecesarias acusaciones de trazo grueso, más cerca del improperio de barra de bar –o de Twitter, ese estercolero– que de la chispa de ingenio. La izquierda en pleno se tira al suelo y pide penalti, como los futbolistas piscineros, para desviar el foco de su calamitoso desacierto en una ley que parece redactada por estudiantes suspensos de Derecho. Amparados en su potente aparato mediático, usan el comodín machista contra los adversarios como vía de escape ante la alarma social provocada por un antipático patinazo cuyas consecuencias se les han ido de las manos. A la sobreactuación victimista sólo le falta volver a sacar de paseo la momia de Franco.

No hacía ninguna falta recurrir a la explicitud de ciertas ramplonas metáforas sexuales para poner de relieve lo que todo el mundo sabe, ni llevar al Parlamento el lenguaje faltón de las redes sociales. Los hechos hablan solos de la incompetencia flagrante de estos aficionados a quienes el presidente ha otorgado rango de autoridades. Cómo será de diáfano el ‘patulaje’ que los trompeteros sanchistas, siempre tan sagaces, han llegado a sugerir que se trataba de una inteligente maniobra del líder para resaltar la torpeza de sus adláteres y retratarlos como un manojo de incapaces. Ahora toca cerrar filas porque la cosa se estaba poniendo fea y amenazaba con frenar los indicios de repunte en las encuestas. Es algo tarde, sin embargo, para envolverse en un feminismo de vía estrecha; el proyecto de Ley Trans ha puesto a las feministas de verdad en pie de guerra. Y, oh casualidad, es obra de las mismas minervas.