Kepa Aulestia-El Correo

La revelación de los mensajes que se habrían intercambiado Pedro Sánchez y José Luis Ábalos antes y después de que el primero prescindiera de los servicios del segundo en el partido y en el Gobierno ha dado lugar a una situación de total confusión para los socialistas. En la última semana estos han tachado los mensajes de intrascendentes y anecdóticos, al tiempo que denunciaban como ilegal e inconstitucional su filtración.

En ningún momento han puesto en entredicho la veracidad de los wasaps, mientras los achacaban a las malas artes del Partido Popular y su proclividad al fango. Ello a pesar de que Ábalos reconociera haber validado o puesto en circulación el trueque epistolar mantenido con el presidente. Su contenido carecería de importancia. Pero, sin embargo, el ministro de Justicia, Félix Bolaños, continúa insistiendo en que su origen ha de ser investigado por iniciativa de la Justicia o por la de los propios socialistas. En tanto que a su entender constituye un ataque en toda regla contra Pedro Sánchez, al que de nuevo habría que salvar como un valor inestimable para el partido y el país.

La pregunta inmediata es cómo la sinrazón puede apoderarse tan impunemente de una formación política conminada a defenderse contraatacando a una oposición que desprecia porque considera que no existe. El victimismo lo explicaría en parte como una necesidad colectiva a la que aferrarse hasta entregarse de lleno a la contradicción.

Los epítetos empleados por el presidente para descalificar a quienes no consideraba dignas y dignos de operar a su alrededor en ningún caso precisarían disculpa alguna, puesto que nadie más que él es el agraviado. Máxime cuando se le niega autoridad para utilizar los calificativos que considere oportunos al identificar como esto o aquello a quienes, al fin y al cabo, designó para cargos públicos o tuvo que soportar.

Uno de los aspectos más sorprendentes del caso es que se da por supuesto que todas las personas asiduas a comunicarse mediante wasaps tienden a hablar de sus próximos en el mismo tono que Pedro Sánchez de sus adversarios socialistas o de los integrantes del Consejo de Ministros que lleva presidiendo años. Tal consideración parece casi unánime entre los comentaristas y políticos que empatizan con el presidente en su nueva desdicha.

Hasta el punto de que parecen autoinculparse por los mensajes cruzados entre Sánchez y Ábalos. Para, acto seguido, mostrar comprensión hacia el principal pagano de los wasaps en tanto que, en su inocencia de presidente, podría haber quedado a merced de nuevas revelaciones. «La política cobra sentido cuando se vive así, desde el corazón», manifestó Sánchez tras la muerte de José Mujica. Como si los wasaps empleados sin demasiado miramiento permitieran al presidente reclamar compasión hacia cuanto padece en su condición de servidor público.