Victimizarse para mandar

JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • Por supuesto, no sirve a estos efectos ser blanco, ni español, ni católico, ni heterosexual, ni hombre

Si preguntas a alguien cómo se combate la obesidad, su respuesta más probable será que con dieta y ejercicio. Incluso si se lo preguntas a un grupo de médicos (teniendo tú la palabra y el micrófono), lo normal es que tiren por lo corto del mismo modo. Pero en la era ‘woke’ la normalidad ofende, y no le puedes soltar tal obviedad a quien está en trance de convertir en medio de vida su victimismo. Mucho menos si se trata de una mujer. En la era ‘woke’, lo adecuado es calcular muy deprisa a cuántas identidades victimizables perteneces. La mayoría de identidades que se te ocurran son susceptibles de procurarte rentas morales, ventajas en el foro y hasta un dinerillo si te arrogas la condición de influencer, esa cosa improbable.

«El chico está estudiando para ‘influencer’» significa que el chico no está estudiando. El que manifiesta su deseo de ser ‘influencer’ –creo que es el caso de la mitad de la canalla, dicho sea en su sentido catalán– solo nos dice que desea atención y dinero por hacer un ratito al día algo agradable para él, algo que se le da bien, como peinar, cocinar o comentar partidos de furbo. O sea, una pretensión que le parece más enjundiosa de lo que es al que no habla inglés. O más exactamente, al que chapurrea el inglés y huele dinero en las tendencias estadounidenses que los periodistas nos refieren sin hacer el esfuerzo de traducir el pasajero neologismo de turno. Saben que si lo traducen perderá interés. Llevarse a casa muebles tirados en la calle no es chic te pongas como te pongas. Gentes en situación de necesidad lo han hecho toda la vida. Ahora bien, si lo llamamos stooping (de agacharse) cuela un poco más entre los cándidos la pretensión de que el agachadito está salvando el planeta.

Búscate anglicismos e identidades victimizables. Yo solo tengo una: catalán. Si estuviera obeso tendría dos. Pongamos que me invento un remoto origen indio: ya tengo tres. Si me registro como Marisa tengo cuatro. Entonces las intersecciono, según el lenguaje académico woke: viene a ser ponderar las identidades victimizables a tu antojo. Por supuesto, no sirve a estos efectos ser blanco, ni español, ni católico, ni heterosexual, ni hombre. La academia no promueve ni estudia estas identidades, sino que las «problematiza». No me culpen de la infecta jerga, yo solo refiero.

La joven catalana conocida como Croquetamente se ve con sobrepeso. ¡Toma tres identidades a interseccionar! Advierte contra la gordofobia, publica sobre la autoestima, funge de influencer y cree tener derecho a expulsar a quien desde el público de la FNAC le suelta, sin micrófono y respondiendo a una pregunta directa (¿cómo se combate la obesidad?), la saludable obviedad que vimos supra. La victimización percibida, no la real, favorece un nuevo autoritarismo. A Sánchez solo le salvaría decir que es una negra lesbiana y oronda. Sí, con decirlo vale. Todo es declarativo.