Editorial, EL CORREO, 22/10/12
Urkullu cuenta con una holgada ventaja para ser lehendakari y actuar con un amplio margen a la hora de buscar acuerdos
Las elecciones al Parlamento vasco reflejaron ayer una sociedad que se sitúa mayoritariamente en el campo nacionalista pero que a la vez insiste en mostrarse diversa al dar cabida a cinco formaciones en la Cámara autonómica. Los resultados demuestran que el PNV consiguió activar su potencial electoral, probablemente favorecido al presentarse como voto ganador y útil en respuesta a la irrupción de la izquierda abertzale. EH Bildu evidenció que, aun agrupando fuerzas en torno a la matriz heredada de Batasuna, su ascenso no es ilimitado, especialmente si se tiene en cuenta el revés político y moral que le supuso el escrutinio en Gipuzkoa y en San Sebastián. El PSEEE se situó por debajo de la cota con la que hubiese podido salvar su gestión al frente del Gobierno hasta quedarse en una de las representaciones más exiguas de su historia. El PP vasco prosigue en la tendencia al decaimiento que había evidenciado en las municipales y forales de 2010, contrastando en esta ocasión con la sobrada mayoría absoluta que obtuvo Núñez Feijóo en Galicia. La victoria del PNV de ayer fue suficientemente holgada para garantizar la designación de Iñigo Urkullu como lehendakari y para brindar a éste la posibilidad de operar con un amplio margen en la definición de la política de alianzas. La sombra que en las encuestas preelectorales venía ejerciendo EH Bildu acabó, con sus 21 escaños, a una distancia significativa de los 27 parlamentarios jeltzales. Es verdad que las urnas dieron lugar a uno de los parlamentos de composición más nacionalista que ha habido desde 1980. Pero junto a ello la sociedad vasca volvió a mostrarse en toda su pluralidad. De modo que sería una insensatez reducir el veredicto de las urnas a un determinado significado identitario o extraer tras el recuento conclusiones que no hubiesen sido expuestas con claridad durante la campaña. A la gestión de Urkullu corresponderá orientar el escrutinio hacia una décima legislatura marcadamente soberanista o atender a la pluralidad del país decidiéndose por acuerdos que tengan en cuenta tanto a los socialistas como a los populares. Disyuntiva en la que, sin duda, contarán las consecuencias que EH Bildu extraiga de su resultado. En cualquier caso, cuanto más sólidos y coherentes sean los acuerdos poselectorales más posibilidades tendrá Euskadi de enfrentarse a los principales retos de la legislatura.
Galicia socorre a Rajoy
El éxito obtenido por el PP de Núñez Feijóo fue la noticia que Rajoy necesitaba para contrarrestar la contestación que su política de ajustes está generando y para relajar los ánimos entre los presidentes autonómicos de su partido, obligados a reducir drásticamente sus presupuestos. Sin embargo, el PP y el Ejecutivo se equivocarían si interpretasen el resultado de Galicia como un aval para la continuidad de su estrategia, puesto que parece obligado conceder gran parte del mérito a Núñez Feijóo y a su gestión al frente de la Xunta como factores determinantes a la hora de que el incremento de la abstención se cebara en las dos fuerzas que se habían comprometido a relevarle. Los comicios de ayer eran la última oportunidad que le quedaba al PSOE de Rubalcaba para convertirse en alternativa. El resultado socialista en Galicia y –en menor medida– en Euskadi devuelven al partido que salió maltrecho de las elecciones del 20-N al debate interno sobre su futuro tras la constatación de que el desgaste de credibilidad que pueda estar padeciendo el PP de Rajoy no incrementa la suya, sino todo lo contrario.
Editorial, EL CORREO, 22/10/12