Santiago González, EL MUNDO, 10/3/12
«Este pleno ha sido un error. Salimos peor de lo que entramos», dijo Urkullu sobre el pleno del jueves en el que el lehendakari presentó lo que pretendidamente era un gran acuerdo de paz. Era casi inevitable. El PNV y el PP se temen y denuncian que estos esfuerzos de López sean electoralistas. Esto era igualmente inevitable: todos los partidos acusan a su competencia de actuar movida por afanes electorales, justo al revés que ellos, que sólo se guían por el interés general.
Si el lehendakari había suscitado alguna desconfianza previa en su socio acerca de sus verdaderas intenciones, no supo despejarla en su intervención, aunque dedicara tiempo a hablar de las víctimas y calificativos a los que no han condenado los asesinatos. «¿Garantiza usted que no va a estar quien no condena a ETA y no reconoce daño?», fue la pregunta precisa de Basagoiti cuya respuesta delegó en Pastor. Éste trató de tranquilizarle con la falacia del fraile, garantizándole que no se trataba de dar cabida a ningún partido ilegal. O sea, Bildu y Amaiur, sí. Y Sortu, si la legalizan los pascuales. No coló.
El senador Lertxundi escribía en un artículo, por lo demás atendible, que «ETA ha perdido todas las batallas militares y políticas». Contra el pesimismo de la inteligencia el optimismo de la voluntad. ETA ha perdido la guerra, como suele ocurrirles a los grupos terroristas que desafían al monopolio weberiano de la violencia. Pero su trayectoria registra algunas importantes victorias políticas. Un suponer, la central de Lemóniz. Otro, la autovía de Leizarán. La claudicación del PNV y el PSE ante Lurraldea (agosto de 1991) tuvo enfrente al diputado general de Gipuzkoa, Imanol Murua, fue celebrada por Herri Batasuna con un brindis con cava en foto que reprodujo amablemente la prensa amiga. Murua era dirigente de Eusko Alkartasuna y murió sin saber que su partido iba a acabar de comparsa de la Batasuna a la que él opuso toda su firmeza democrática. Y sin poder suponer que su sillón iba a ser ocupado por Garitano.
Cómo va a ser posible un relato común con esta tropa, repasen las dos ruedas de prensa de Ugarteburu y verán un discurso totalitario puro, sin fisuras, que no condena el pasado, ni exige la disolución de la banda terrorista. Pero además, es que no aspira a la indulgencia del resto de las fuerzas políticas, sino que se permite declarar «ilegítimos» al Gobierno y Parlamento autonómicos, insta a los gobiernos español y francés a sentarse a dialogar con ETA y sólo se muestra partidaria de una disolución, la de la Cámara de Vitoria, que ellos usurparon el jueves para su rueda de prensa y para amenazar veladamente a un periodista por preguntas que les parecen «una falta de respeto». Igual que hace 30 años, cuando quitaban las grabadoras a los periodistas y les afeaban las preguntas impertinentes para hombres de respeto. ETA no debe de tener efectivos ahora mismo para atender todos los frentes y se limita a reclamar en su último comunicado una interlocución directa con el Gobierno francés. Los terroristas están derrotados, pero ellos no lo saben todavía. Ni se enterarán si les compensan las derrotas policiales con las victorias políticas.
Santiago González, EL MUNDO, 10/3/12