VIETNAM DEL SUR

ABC-IGNACIO CAMACHO

Para la izquierda andaluza, el Gobierno del cambio invade un territorio que cree suyo por derecho consuetudinario

EL debate de investidura resultó un trámite sencillo, sin dificultades relevantes para un Juanma Moreno sereno y crecido. Pero no es en el Parlamento donde el flamante presidente va encontrar a sus principales enemigos. Tampoco, de momento, en su socio Juan Marín, que tiene química con él como la tuvo con Susana Díaz porque es sobre todo un buen tipo; en ese sentido, los problemas internos que pueda tener el recién nacido bipartito vendrán de la rivalidad entre sus líderes nacionales respectivos. Es en la Administración y en la calle donde le esperan los mayores peligros, más importantes que simples piedras en el camino. Va a sufrir una oposición en pinza a base de tumulto y de quintacolumna, de guerrilla y de obstruccionismo: el negocio con mejor perspectiva en Sevilla en los próximos meses serán las tiendas de chalecos verdes y amarillos.

Para la izquierda, el nuevo Gobierno ha venido a invadir un territorio que considera suyo por derecho consuetudinario. Y lo va a defender en los recovecos de una Junta que ha diseñado a su medida durante decenas de años. Sus complejas estructuras de cuadros son el vietcong que espera a la derecha emboscado en multitud de laberintos subterráneos, atrincherado en una maraña de túneles cuya profundidad trasciende a la nómina visible de altos cargos para ramificarse en millares de puestos designados. Desde la inspección educativa o medioambiental hasta los servicios sanitarios, desde los bomberos forestales hasta los puertos del Estado, pasando por fundaciones, agencias, entes y observatorios varios. Un ejército civil dispuesto a la resistencia palmo a palmo.

Habrá «mareas»; ya el martes, ante el Parlamento, se produjo la primera tentativa. Mareas de la sanidad, la enseñanza, la función pública, el feminismo, los pensionistas o esos jornaleros del SAT que Cañamero y Sánchez Gordillo utilizan ahora como fuerza de choque podemita. Se van a movilizar incluso de forma preventiva, con Vox como pretexto ideológico de la supuesta alerta antifascista. Abrirán los telediarios en cuanto la Junta elimine la primera partida. Huelgas, manifestaciones, escraches, quizá hasta regresen las ocupaciones de fincas. Pancartas contra auditorías. Presión callejera contra voluntad reformista. Una atmósfera conflictiva que intimide no sólo al poder, sino a la sociedad que desea vivir tranquila y puede acabar añorando la paz social en medio de un escenario vietnamita.

Sólo con una fuerte cohesión y un absoluto convencimiento podrá el Gabinete de Moreno y Marín enfrentarse a su auténtica prueba de fuego. Porque en cada paso que dé notará minas bajo el terreno. Y puede sentir la tentación natural de evitar los conflictos y limitarse a cambios superficiales, a más o menos vistosos retoques cosméticos. Pero si lo hace se convertirá en un paréntesis pasajero. Porque, sencillamente, sus electores no lo han votado para eso.