IGNACIO CAMACHO – ABC – 02/02/16
· El postmarianismo comenzará cuando Rajoy salga de La Moncloa. Ha prometido no tutelar la sucesión ni resolverla de un dedazo.
Día a día, poco a poco, el marianismo va perdiendo la esperanza. El marianismo, no Mariano, que continúa enrocado en su táctica de aguardo, ya resignado a no formar Gobierno, pero aún a la expectativa de que el fracaso de un Sánchez estorbado por su propio partido abra la puerta de nuevas elecciones. Incluso esa Cofradía del Clavo Ardiendo puede hacer una procesión corta porque es difícil que los españoles se rectifiquen a sí mismos en sólo seis meses. Los bloques ideológicos no se van a mover: los diputados que ganase el PP los perdería Ciudadanos, y los que perdiera el PSOE irían a Podemos, sin duda el principal beneficiario del adelanto.
Las posibilidades de conservar el poder son escasas con el mismo candidato y hay un tabú corporativo –y una traba cronológica– que impide promover una alternativa exprés. De modo que a medida que pasa el tiempo se va abriendo paso entre los cuadros de la derecha la evidencia de una nueva etapa que produce la inquietud de un salto al vacío. Son las vísperas indecisas del postmarianato.
Nadie sabe cómo será esa fase; sólo existe la seguridad de que comenzará cuando Rajoy salga de La Moncloa. Es improbable que pegue un portazo y aparezca en Santa Pola; pilotará la sucesión, aunque ha prometido en privado no tutelarla ni resolverla de un dedazo. Otra incertidumbre en un partido acostumbrado a las certezas que nunca ha resuelto sus crisis en un proceso abierto. Lo va a tener que hacer en un clima de desamparo, abrasado por una corrupción pendiente de catarsis y agravado por el probable juicio retroactivo que le formulará la nueva mayoría del Parlamento.
Y con Albert Rivera decidido a aprovechar la oportunidad de cambiar el eje político del centro-derecha. De momento no hay postulaciones, sólo silencio y cautela. Los aspirantes contienen el aliento a sabiendas de que se quemarán los primeros en moverse. Y de que el jefe no perdonará una salida prematura mientras conserve alguna probabilidad de seguir al mando. Pero el asunto está ahí, abierto en un debate so
ttovoce aunque cada vez menos disimulado. Muchos dirigentes se sienten en este período como tripulantes del «Pequod», el ballenero de «Moby Dick»: a expensas del rumbo de un capitán en cuyo designio han dejado de creer. Saben que con estas Cortes no podrán gobernar y que si se disuelven por bloqueo habría que improvisar otro cartel electoral, pero ninguno hará nada. El marianismo durará lo que quiera Mariano.
El único que todavía cree en sí mismo y en el tiempo como aliado. Nunca ha hecho otra cosa y le ha ido bien, pero alguna vez le cambiará la suerte y en esta ocasión no tiene buenas cartas. Su mejor baza consiste en que es quien más conoce el partido. No aguanta por apego al poder, sino por instinto conservador de unidad, por temor a la desbandada. El problema es que en la vida siempre llega un momento en que los tiempos no se manejan. Se acaban.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 02/02/16