VISTALEGRE II se ha convertido ya en Vistalingrado. Ese chequista vocacional que es Pablo Iglesias ha recuperado su verdadera imagen, que es la de un ser sin escrúpulos, sin formación y provisto de un odio feroz a todo lo que suene a libertad, a democracia o, simplemente, a España, que al cabo es el ámbito en que nuestras libertades cívicas viven o peligran. Al fin liberado del fantasma de Errejón y azuzado por su Pasionaria Bis, ayer parecía un verdugo de la Lubianka con revólver nuevo esperando la nueva víctima, que en la genuina tradición soviética tenía que ser uno de los que Lenin llamaba socialtraidores o socialfascistas, o sea, un socialdemócrata. Y la ración de píldoras de Vistalingrado le tocó a Felipe González, que junto a Aznar y con Albert Rivera presente –único político nacional que entendió la importancia del acto– pidió la libertad de los presos políticos de la dictadura chavista, empezando por el líder opositor Leopoldo López.
Podría pensarse que el Chepas Guevara –mote errejonista– tiene un problema con Andalucía, donde dijo en su estilo pasivo-agresivo-cipotudo que se celebró en 1978 un referéndum de autodeterminación, en realidad sobre la vía legal para la autonomía aunque a él le sirve para respaldar un plebiscito sobre la independencia de Cataluña. Pero no se trata de geografía sino de ideología. Si hay algo que un comunista, desde Lenin, odia más que a un liberal, a un conservador e incluso a un fascista es a un socialista. Por desgracia, no es recíproco.
Cualquiera puede, metafóricamente, llamar a González «mayordomo de Carlos Slim» –yo lo hice aquí mismo hace años–; cualquiera… excepto el menordomo de Chávez o limpiabotas de Maduro. Entiendo que Iglesias, financiado por el gorilato venezolano y la teocracia iraní antes de convertirse en piraña de nuestros bolsillos, pague el favor a sus benefactores. Pero si Podemos aspira a ser algo más que lo que parece –la marca roja del PP, la coartada telesorayesca de Rajoy– Iglesias debería haber ido a ese acto de los líderes históricos de la izquierda y la derecha, sentarse junto al líder centrista de Ciudadanos y pedir, también él, la liberación de Leopoldo López y demás presos políticos. Si, como Castro con Mitterrand, hubieran soltado al preso, habría podido hacerse la foto, que es su obsesión.
Le puede Vistalingrado.