El triunfo de España en el Mundial de fútbol también ha permitido que analistas extranjeros se hayan sorprendido del homenaje popular a la selección española de fútbol en un país marcado a diario por las diferencias nacionalistas.
¡Viva España! Exultante Ganadora de la Copa del Mundo y, sin embargo, Nación Dividida, Unión de Identidades (1)
¡Yo soy… español español español! (2)
¡Yo soy español español español!
¡VIVA ESPAÑA! (3)
El clamor fue escuchado desde la inundada calle Alcalá en el corazón de Madrid hasta la Rambla del centro de Barcelona, las calles de Valencia, los callejones de Pamplona y las plazas de Bilbao – todas siguiendo el domingo los pasos de la decisiva victoria en la Copa del Mundo contra los holandeses. El momento decisivo llegó en un brillante, claro gol de Andrés Iniesta en el minuto 116 de lo que venía siendo un despiadado 0-0 juego defensivo.
En los Estados Unidos, cuando nuestros atletas destacan en una competición internacional, no es ninguna sorpresa ver ondear las barras y estrellas o escuchar los gritos de ¡USA!¡USA! ¡USA! Estamos acostumbrados a ese patriotismo y a que el orgullo nacional nos llene el corazón. Para parafrasear al presidente Barack Obama, en las competiciones deportivas internacionales no son estados rojos y estados azules. Sólo son los Estados Unidos de América.
Pero España, con sus divisiones de la guerra civil, su legado de nacionalismos rivales, nunca ha tenido una unión semejante. Y en un momento de gran crisis económica para el país ibérico, parecía que nada podría unir a los españoles. Y, sin embargo, cuando el reloj marcó el triunfo, por una vez España se unió en la alegría. La Roja, la bandera roja y amarilla, ondeó por todas partes, una muestra de orgullo nunca visto desde el final de la dictadura de Francisco Franco, cuando semejante “patriotismo” se mancilló porque se impuso al pueblo.
España es un país con muchas identidades, lenguas y controvertidas versiones de la historia. Hay 17 regiones autónomas y tres idiomas que compiten con el español, que son el euskera en el País Vasco, el catalán en Cataluña y el gallego en Galicia. Año tras año, catalanes y vascos piden, pacífica u obstinadamente, separarse de España alimentando una visión de países divorciados de Madrid. Recibo regularmente e-mails sobre la “política exterior” de Cataluña. En el País Vasco, la cuestión de la independencia ha llevado a la violencia, a los 40 años de guerra de ETA (Euskadi Ta Askatasuna, o País Vasco y Libertad). Incluso quienes detestan la tácticas de ETA a menudo están reñidos con Madrid.
En Cataluña el ánimo de independencia se lleva a una continua demostración, la más reciente precisamente esta semana pasada después de que el tribunal fallara que Cataluña era, fundamentalmente y para siempre, parte de España.
Cuando fui a vivir a España en 2005, esas divisiones fueron los primeros hechos sobre la vida española que me impresionaron. Que para ser vasco, o catalán, no era necesariamente ser español, incluso que no se estaba de acuerdo con el pasaporte. Que, dependiendo de con quién hablara mientras estaba allí, Barcelona no era necesariamente una ciudad “española”.
E incluso entre aquellos que se consideran completamente españoles, la historia del fascismo de Franco ha manchado la bandera, que suena a una época que es mejor olvidar. Es un pasado sobre el que todavía se discute en la actualidad. Todavía se están desenterrando fosas comunes de esa época que. Historias de familias que aún no se han resuelto.
La supresión del idioma y de la identidad en el País Vasco y en Cataluña – la huella de Franco en las regiones en las que existen otras identidades – todavía sirven como un grito de guerra contra la unidad española y de apoyo al separatismo.
Pero así como los alemanes fueron capaces de ondear su bandera, de gritar a favor de país y de sentirse orgullosos de su acervo en la Copa del Mundo de 2006, los torneos cuatrienales han servido una vez más como bálsamo para el alma de una nación, fundiéndola, levantándola, aunque sólo por una noche, o un mes, uniendo personas desde San Sebastián hasta Granada, desde Extremadura, en el oeste, hasta Sitges, en el este.
Ayudó que los jugadores estuvieran tan encantadores. Andrés Iniesta, hijo del dueño de un bar, se quitó la camiseta después de su gol como homenaje a un amigo [futbolista] fallecido, con 26 años, de un ataque al corazón. A Iker Casillas, el maravilloso goleador, le superaba la emoción el domingo por la noche cuando fue entrevistado por Sara Carbonero, la glamourosa presentadora deportiva que también resultó ser (un secreto no muy bien guardado) su novia. “Es para mis padres” dijo, desbordado por la emoción antes besar a Sara con un beso al estilo de los años 40.
Esta es la España que yo, como muchos expatriados, aprendió a amar: la total expresión de alegría en su cara. Esta es la España que se puede vivir en vacaciones en Madrid o trabajando en San Sebastián, y en la Costa Brava, y en Barcelona, y deleitarse con el increíble mosaico de un país rico por sus diferencias.
¡VIVA ESPAÑA!
Notas del traductor:
1) En el original, el título era “¡Viva España! Ganadora de la Copa del Mundo, Nación Dividida, Unión de Identidades y Exultante”.
2) En castellano en el original.
3) En castellano en el original.
Sarah Wildman, AOL Politics Daily (EEUU), 12/7/2010