DAVID GISTAU – ABC – 15/01/16
· El populismo trae regresión con coartada ideológica. Nos hace retroceder a un grado evolutivo, superado en España.
Varios millones de votantes españoles deberían acreditar su condición de seres humanos. Estamos hablando de un grado vindicativo primario. No se trata de pedir libertad, o sufragio universal, o vacaciones pagadas. Sino de que el hecho de votar a un partido determinado en una democracia europea del siglo XXI no lo desnaturalice a uno hasta el punto de perder la consideración de ser humano.
De gente. Se suponía que estábamos en un estadio evolutivo, alcanzado después del escarmiento de millones de muertos europeos, en el que ni la ideología ni el nacionalismo volverían a degradar personas hasta transformarlas en subhumanos cautivos de una presunción de inferioridad. Durante el siglo XX, el arrebato de la singularidad humana fue siempre el primer trámite hacia la montonera de cadáveres. Los guardias de Dachau y del Gulag tenían en común que ambos habían sido aleccionados para creer que lo que entraba allí no era gente. «Untermensch» era el término nazi.
Podemos juega con retóricas peligrosas, siniestramente evocadoras. Lo hace cuando dice que sólo ahora, ocupados sus escaños, en el Parlamento entró la gente. Atroz complejo de superioridad, ese desde cuya altura es posible determinar que el vecino de asiento no es exactamente una persona ni por lo tanto representa a personas. Eso, durante el siglo XX y las reminiscencias terroristas del XXI, con la patente de corso ideológica, terminaba en la eliminación física del ser cosificado. O, al menos, con su apartamiento social, que es lo que propone Podemos para «la Derecha» culpable, deshumanizada, mientras Iglesias se impacienta porque el PSOE no acaba de abrazar el único camino posible por el que puede obtener su redención.
E incluso la atribución de la condición de gente, cuyas credenciales expide Iglesias mientras las ilustraciones de su partido dejan a la España que no les vota reducida a una fea ira en blanco y negro. Así han evolucionado las caricaturas del odio de los hermosos cartelones que salieron de las artes propagandísticas del XX.
El populismo trae regresión con coartada ideológica. Nos hace retroceder a un grado evolutivo, superado en España, salvo por la persistencia etarra, gracias a ese ciclo del 78 que anhelan destruir, en el que el antagonista ideológico no era del todo una persona. En su próxima visita al Parlamento, llévese Iglesias un alfiler para seguir el método de comprobación que Shylock proponía para los judíos. Verá que, si pincha, los otros sangran, incluso los del PP. Si el alfiler le produce aprensión, que no lo use.
Pero acuérdese de cómo sangraron esos diputados que no son gente cuando los pinchó ETA sin que por ello desistieran de levantar la misma democracia que Iglesias cree que comienza con él. Esto no debería olvidarlo el PSOE, al menos el que tenga memoria de sí mismo durante la Transición, porque el de Zapatero también aceptó un paradigma ideológico según el cual el adversario era antes enemigo que gente y había que aislarlo con un cordón sanitario.
DAVID GISTAU – ABC – 15/01/16