Iñaki Viar-Editores

El anuncio del Presidente de Gobierno de España de que el año próximo de 1925 va a dedicarse a 100 actos para celebrar la muerte de Franco ha impactado a la sociedad mucho más de lo que Sánchez pretendía. Aunque en un sentido contrario al pretendido por él.

Celebrar la muerte es una proposición ajena y opuesta a la mayoría de las culturas en la historia. Sólo tiene sentido una celebración sobre un muerto cuando se trata de honrarle. No para festejar la muerte.

No hemos oído jamás que se celebren actos para celebrar ni la muerte de Hitler ni la de Stalin. Ambos protagonistas de la muerte de millones de personas. Jamás se celebra la muerte de nadie porque es contrario a la primacía de la vida que sostiene las sociedades humanas. Celebrar la muerte es algo del ámbito de los ritos satánicos y macabros rechazados por las gentes.

El intento de celebrar la muerte de Franco solo se explica como una acción que sirva para descalificar a todos los que no deseen participar en esos actos. Y, por tanto, calificarles de “franquistas”.

La sordidez que revela semejante iniciativa “política” solo viene a inquietarnos aún más sobre el “modus operandi” de Pedro Sánchez en su acción política. Esta celebración de una muerte como arma contra sus rivales políticos y todos sus críticos suscita una inquietud respecto que muestra a lo siniestro que habita en el Presidente Sánchez.

El “viva la muerte” de Millán- Astray, fundador de la Legión Española resuena como un retorno del horror que supuso nuestra siempre recuperada guerra civil.