El Ejecutivo asegura que vigilará si De Juana comete un delito, mientras las víctimas recuerdan que la telaraña que envuelve la comisión de un delito es tan amplia como conocida: el que mata, el que extorsiona, el que espía, el que paga, el que esconde, el que amenaza, el que enaltece a los terroristas…
Pocos días le quedan ya a Otegi para salir de la cárcel en la que ha cumplido condena por un delito de enaltecimiento del terrorismo. Aunque tiene otras causas pendientes por las que tendrá que volver a sentarse frente al juez Garzón, el ex líder de Batasuna se resiste a admitir que su tiempo, seguramente, ya pasó. Podría ponerse a trabajar, desde luego, pero después de haberse pasado media vida viviendo del conflicto le resultará francamente difícil bajarse de la noria.
Se ha pasado tantos años alimentando el espejismo de la negociación y comparándose con el irlandés Gerry Adams -que tuvo más autoridad que él sobre la organización terrorista, por cierto- mientras vendía el humo de la necesidad de una pista de aterrizaje para ETA, que ahora se está buscando un colchón donde acomodarse.
Lo cierto es que, después de su fracaso en la última negociación con el Gobierno, en la que quedó desautorizado por los más radicales de la banda, pensar ahora que vuelva a entonar la melodía del final dialogado produce, en buena parte de los observadores, una sensación de cansancio y escepticismo, cuando no de engaño o brindis al sol.
El caso es que, bien por necesidad personal o bien por temor a la radicalización de los que ahora han tomado el timón de la banda terrorista, vuelve a ponerse en circulación la idea del diálogo, pero cualquier propuesta de retomar contactos con el Gobierno pertenece ya a otros tiempos.
Lo ha entendido el propio Ejecutivo socialista, que ahora camina de la mano del principal partido de la oposición en la lucha contra ETA y cuya coincidencia no está siendo mal vista por el portavoz del PNV en el Congreso, Josu Erkoreka, que ha llegado a reconocer en privado que «no hay nada reprochable» a la intención del presidente Zapatero de actuar conjuntamente con el PP y con otras fuerzas políticas.
Pero la maquinaria del conflicto se sigue alimentando. La izquierda abertzale prepara una nueva manifestación para el Día Grande de la Aste Nagusia de Bilbao, el viernes 22, mientras el alcalde, Iñaki Azkuna, se pasea por la ciudad conduciendo uno de los nuevos autobuses de Bilbobus y el popular Basagoiti no quita ojo al Departamento de Interior para saber si el consejero Balza va a consentir la manifestación, como ocurrió en San Sebastián.
Después de que el ministro Rubalcaba y el popular Trillo han tejido el soporte de la lucha antiterrorista, las medidas que presentaba ayer el PP insistían en la necesidad de limitar la libertad a los terroristas que no se han arrepentido y ya han cumplido su condena. El Ejecutivo asegura que vigilará si De Juana comete un delito, mientras las víctimas recuerdan que la telaraña que envuelve la comisión de un delito es tan amplia como conocida: el que mata, el que extorsiona, el que espía, el que paga, el que esconde, el que amenaza, el que enaltece a los terroristas… Una red que mantiene, todavía, a mucha gente.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 13/8/2008