JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • La «presidenta de Uropa» tiene un futuro oscuro y se verá tan pronto como el ‘New York Times’ consiga sacarle en los tribunales a la opaca e inelecta burocracia bruselense los SMS que se cruzaban Úrsula y el director ejecutivo de Pfizer

Lo que molesta del perfil Ceaucescu, descontado lo autocrático, lo cruel y lo venal, es que ese tipo de gente —Pedro y Begoña, Nicolae y Elena— no se conforman con el poder total, con el regocijo que les procura el miedo cuando asoma en la mirada del subalterno. No tienen bastante con la droga narcisista, un ejército de gallinas obedientes y una oposición domesticada que ya tarda en disponer de ministerio. Necesitan un plus: reconocimiento intelectual, prestigio del título que no poseen o no merecen, firmar libros que no han leído o software ajeno. Es una incomodidad crónica que les acompañará siempre, el que se sabe en falso nunca olvida su inferioridad. Esta inferioridad es puramente subjetiva, claro está. Él se desenvolvería perfectamente como mando intermedio en, qué sé yo… unas líneas aéreas. Nada técnico, por supuesto. Estamos ante un relaciones públicas al que se le ven los palos del sombrajo en cuanto se habla más de lo que la prudencia aconseja. Oye, tiene su carrera de Económicas.

Quizá también eso sea mentira, pero creo que la tiene. Que lo desmienta el amable lector si no es así. Ya sea por el centro donde estudió, ya sea por la manera en que lo hizo, el caso es que no sabe nada de nada acerca de su ámbito. Pregúntenle al asalto qué es la cuenta de capital, o algo así. Con todo y con eso, otros son felices con su título y esa cosa zalamera que debe tener para haber subyugado a Von der Leyen. «La presidenta de Europa», la llama Feijóo inventándose el cargo para hinchar el único apoyo que tiene. Pues ese único apoyo apoya más a Sánchez, y a la vista está lo que le ha permitido hacer con los fondos mágicos, los fondos enriquecegañanes. Los fondos para ladrones enmascarillados. La «presidenta de Uropa» tiene, por cierto, un futuro oscuro por delante, y se verá tan pronto como el New York Times consiga sacarle en los tribunales a la opaca e inelecta burocracia bruselense los SMS que se cruzaban Úrsula y el director ejecutivo de Pfizer. Mensajes sobre compras masivas que luego —¡oh!— se realizaron. Me voy de tema.

El lastre de Úrsula, con todo su horizonte judicial, paseada por España en plan comodín es demasiado bestia, y me ha desviado del asunto. Porque las columnas deben tener un asunto, y el de esta es la incomodidad de los Sánchez. Este tipo de matrimonios consta en el mundo de las formas platónicas con el aspecto de los rumanos arriba mencionados. Otros sostienen que en realidad su cara es la de Juan Domingo y Evita Perón. Como fuere, una de sus más depuradas sombras son los Sánchez, a los que no deseo un futuro similar al de los Ceaucescu. Primero, por mi acreditada bondad (¿a que parezco de izquierdas?) Segundo, porque la bachiller que quería ser licenciada y el licenciado que quería ser doctor no me despiertan el odio sino la risa. Y una ligera compasión que enseguida desaparece.