Vicente Vallés-El Confidencial
- Si lo desea (pocos los dudan), y si gana las dos elecciones (nadie lo duda), Volodia —como le llaman en casa— sería presidente hasta 2036, cuando cumplirá 84 años
Dresde (Alemania Oriental), 1989
En 1985, Vladimir Vladimirovich Putin, de 33 años, hizo las maletas y se trasladó con su esposa Liudmila desde su Leningrado natal hasta Dresde, donde fue destinado por el KGB. Cuatro años después, el 18 de octubre de 1989, perdía el poder el extraviado y paranoico líder comunista alemán Erich Honecker, mientras miles de personas se jugaban la vida para huir a Occidente. El 9 de noviembre, un periodista preguntó al jefe del Partido Comunista en Berlín Este, Günter Schabowski, cuándo entraría en vigor una normativa que permitiera salir del país. Atolondrado, respondió que «hasta donde yo sé, de inmediato». En realidad, no lo sabía. Horas más tarde, miles de alemanes orientales aporreaban el Muro de Berlín y saltaban la frontera.
Veinticinco días después, cientos de manifestantes arrasaron la sede de la Stasi (el servicio de espionaje de la Alemania comunista) en Dresde y, después, se dirigieron hacia el edificio del KGB. Solo había un hombre en aquella casona de dos plantas: Vladimir Putin. «No entren aquí —les dijo cuando llegaron a la puerta—. Mis compañeros están dentro y tienen autorización para disparar». «¿Tú quién eres?», le preguntaron. «Soy un traductor», respondió. Tras unos tensos momentos de duda, los manifestantes se marcharon. Putin llamó a los oficiales soviéticos en Dresde para pedir protección. La respuesta fue que «no podemos hacer nada sin autorización de Moscú, y Moscú está en silencio». El paraíso comunista colapsaba.
Cientos de manifestantes arrasaron la sede de la Stasi en Dresde y, después, se dirigieron hacia el edificio del KGB
Putin dijo años después que la desaparición de la URSS fue «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX», que Rusia debe ser grande otra vez y, para conseguirlo, hay que impedir los levantamientos populares. En 2011 reprimió las protestas por el fraude en las elecciones legislativas. Desde 2014 tutela a los prorrusos del Donbás ucraniano, y se anexionó Crimea después del maidán; sostiene al régimen bielorruso frente a la oposición; y los tanques rusos acaban de salvar al dictador de Kazajistán. (El líder opositor ruso Boris Nemtsov fue asesinado de cuatro tiros a 500 metros del Kremlin en 2015. Alexei Navalni sobrevivió a un envenenamiento, y ahora está en prisión. Putin niega cualquier responsabilidad).
En febrero de 1990, recién caído el Muro, Vladimir y Liudmila hicieron las maletas en Dresde para volver a casa. Sus amigos de la Stasi les regalaron una lavadora.
Moscú, junio de 2000
A primera hora de la tarde, el Air Force One aterrizó sobre la pista del aeropuerto moscovita de Vnukovo. Bill Clinton estaba en el ocaso de su mandato, que terminaría siete meses después. Hasta entonces, su interlocutor había sido Boris Yeltsin. Pero, desde hacía seis meses, el presidente de Rusia era Vladimir Putin, un misterioso individuo de 47 años, antiguo agente del KGB y exdirector del FSB, el espionaje ruso.
Putin honró a su invitado, aficionado al saxo, con un concierto del saxofonista Igor Butman. John Podesta, jefe de Gabinete de Clinton, agradeció el detalle al presidente ruso. (Dieciséis años después, Podesta era el jefe de la campaña electoral de Hillary Clinton frente a Donald Trump. Operativos rusos hackearon su cuenta de correo y los emails fueron filtrados a Wikileaks).
George Bush, en un arrebato sensiblero, llegó a decir que «he entendido el alma de Putin». Hillary Clinton negó la mayor: «Putin no tiene alma»
Terminadas las conversaciones, ambos líderes se despidieron en la Puerta de los Zares del Palacio del Kremlin, y Clinton se dirigió a las afueras de Moscú para visitar a su amigo, el expresidente Boris Yeltsin. Mientras la caravana realizaba el trayecto por carretera, Yeltsin recibió una llamada telefónica en su dacha (casa de campo). A los pocos minutos, llegó Clinton y Yeltsin le comunicó el contenido de la llamada que acababa de recibir: «Putin me ha dicho que quien manda en Rusia es él, no yo; y que no aceptará ninguna presión de Estados Unidos». Clinton, en una muestra de intuición política, respondió: «Boris, llevas en tus entrañas a un verdadero demócrata y a un reformador, y no estoy seguro de que Putin sea nada de eso». (Relato de Strobe Talbott, vicesecretario de Estado, presente en esa conversación).
George Bush, en un arrebato sensiblero, llegó a decir que «he entendido el alma de Putin». Hillary Clinton negó la mayor: «Putin no tiene alma». Putin sentenció que Hillary «no tiene cabeza».
Alemania, 2005
El 8 de septiembre de 2005, el todavía canciller alemán Gerhard Schröder firmó con su amigo personal Vladimir Putin el nacimiento de la compañía Nord Stream, para construir gasoductos que llevaran el gas ruso Alemania. Diez días después, Schröder perdió las elecciones frente a Angela Merkel. El 22 de noviembre, Schröder entregó el poder, y el 9 de diciembre fue nombrado por Putin como presidente de la Junta de Accionistas de Nord Stream. Hoy dirige la petrolera estatal rusa Rosneft. El gasoducto Nord Stream 2 es una de las claves en esta crisis entre Rusia y Occidente.
Moscú, 2018
Vladimir Putin, a sus 65 años, ganó las elecciones (así las llaman) presidenciales con el 77% de los votos, para convertirse en el líder ruso que más tiempo ha estado en el poder, exceptuando Stalin. «¿Será su último mandato?», preguntó un candoroso reportero. «Ja, ja, ja; eso es bastante gracioso. Hagamos juntos la cuenta. ¿Es que cree que debo mantenerme en el poder hasta los cien años? Niet, niet (no, no). Ja, ja, ja…». Putin cambió la Constitución que prometió no modificar, y firmó la ley que le permite presentarse dos veces más. Si lo desea (pocos los dudan), y si gana las dos elecciones (nadie lo duda), Volodia —como le llaman en casa— sería presidente hasta 2036, cuando cumplirá 84 años, y no habrá habido zar ni secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética que haya mandado más que él, ni más tiempo. Y todavía le quedarán dieciséis años para cumplir cien.