Javier Elorrieta-Editores
Cuando alguien expone una secuencia de acción política deseable y argumentada, para inmediatamente decir que lo deseable es imposible, a lo mejor es que hay una equivocación en el propio análisis. O se queda en una especie de lamento ineficaz. Es lo que he deducido de algunos análisis de opinión. Y de lo oído a diferentes tertulianos.
Tras ver diferentes valoraciones del resultado de las elecciones de Castilla y León, y la proyección del mismo a la conformación de Gobierno, sigo sin salir de mi estupor por el sorprendente silencio mediático general al respecto, salvo de algunos destacados liberales. sobre el deterioro de la valoración democrática de España del que se ha hecho eco THE ECONOMIST. Aunque habría que ser ciego para negar lo que se percibe con total evidencia. De hecho, creo que ha sido generoso el informe respecto a la dimensión real y tasada de esa alteración de las formas y usos democráticos.
Ese deterioro, incrementado sobre todo desde el Gobierno de Sánchez con Podemos y los apoyos parlamentarios de secesionistas y el brazo político surgido de ETA, se ha debido principalmente a una partitocracia que ha atendido prioritariamente a su supervivencia y ampliación en lo que se ha denominado “INDUSTRIA DE LA POLÍTICA”. Y el clientelismo en el que se ha soportado a base de esquilmar impositivamente a la ciudadanía y el crecimiento disparatado de la deuda pública. Soslayando de la acción política, como principal objetivo e interés la libertad e igualdad ante la ley de la ciudadanía española. Y su bienestar.
Diré que las personas que más vivieron la desilusión que el PSOE y el PP no llegaran a acuerdos, entre otros, para superar lo que el propio Juan Pablo Fusi achaca a la “izquierda”, su falta de visión nacional, fueron especialmente personas provenientes de sectores que estuvieron en los entornos de Euskadiko Ezkerra y el PSE en el País Vasco. Y en Cataluña, del PSC.
Se frustraron, aquellos Pactos de Estado, a pesar de que los movimientos cívicos, frente a la desidia más principal por parte del PSOE, intentaron encauzar partidistamente sus demandas a través de UPyD y posteriormente CS. No estaba dentro de la articulación de Podemos y Mareas, y grupos secesionistas nada de esas aspiraciones. Todo lo contrario. Era una perspectiva de articulación totalitaria y de ruptura nacional, soportada ideológicamente en ideas y propuestas antiliberales , en las que posteriormente se apoyó el PSOE de Sánchez.
Así se frustraron todas las reformas que los movimientos cívicos proponían para acomodar el marco constitucional a la mejora de gestión democrática del conjunto institucional. Desde una ley electoral más acorde a la representación de un ciudadano un voto para el ámbito legislativo nacional y autonómico, la independencia del poder judicial y los resortes de garantía de un uso correcto de los recursos públicos, etc., etc. Cuando aquello quedó frustrado y ZP y Maragall rompieron aquella dinámica de acuerdos, proyectaron la voladura del mal llamado “Régimen del 78” acordando el antidemocrático Pacto del Tinell, gestando las políticas de confrontación y polarización con la Ley de Memoria Histórica, acertadamente calificada de “Memoria Histérica”.
Queriendo ganar una guerra con carácter retroactivo, sólo han conseguido polarización irracional, confrontación incívica. Y generar una visión más atenuante de la dictadura franquista. Y no sólo entre los que no eran franquistas, sino entre los que lucharon contra el Régimen de Franco. Aunque fuera desde posiciones nada democráticas. Que con esto de la “Memoria Histérica” tampoco hay que engañarse.
Hoy el gran engaño está en proyectar que es VOX el peligro para la democracia en España. Hoy el gran peligro es el Sanchismo y sus soportes. Diagnóstico que he recogido de muchos que estuvieron en los movimientos cívicos. Y que comparto