EL MUNDO 13/05/14
ARCADI ESPADA
Parece que habrá una gran abstención en España, en las próximas elecciones europeas. Se dice, incluso, que va a ser la más alta de la comunidad. Realmente el votante español es muy exquisito. Porque no creo que en estos momentos haya un país en Europa donde mejor pueda comerse —políticamente— a la carta que en España. Para empezar por el principio en España puede votarse al Partido Popular y al Partido Socialista. Pero votándoles, contrariamente a las apariencias, uno puede votar algo más de dos partidos. Es decir, puede votar al partido de Rajoy o al de Aznar; al de Rubalcaba o al de Carmen Chacón. Hay género. Respecto al nacionalismo la variedad de la oferta no decae: miren el caso prodigioso de CiU donde sin salirse de allí uno puede votar, o por la independencia mirando a Mas, o por el ojo vago mirando a Durán. Aunque si uno es un nacionalista que desconfía del derecho a decidir patrocinado por ellos, puede hilar fino y decantarse por el derecho a la autodeterminación que defienden Bildu y Esquerra. Todo ello, insisto mucho, sin dejar de ser nacionalista. Ahora vayamos hacia el votante constitucionalista. Por desgracia para España ocupa todavía una pequeña franja del electorado. Pero nadie podrá quejarse de los matices definitorios. Están el partido UyPD y el partido Ciudadanos, dos siameses que van cada uno por su lado y hasta un partido VOX que no sé si representa a las víctimas del Partido Popular o a las víctimas, frente al Partido Popular: una indecisión que podría acabar en escisión antes del 25 de mayo. Por último y en cuanto al comunismo viven (¡como los de los Andes!) al menos dos formaciones: se distinguen en que una ha leído a Piketty y la otra no: esta última fracción no es que no quiera leerlo, es que, simplemente, aún no le ha dado tiempo. Dejo fuera de la lista otros partidos insularizados dentro de esas coaliciones o cuyas posibilidades de obtener escaño son nulas; pero que podrían contentar perfectamente a los numerosos españoles que consideran las urnas un fétido contenedor de basura.
Pues bien, a pesar de tan exuberante floresta hay millones de españoles tan sutiles a los que la oferta no acaba de hacerles el peso. Y van a abstenerse. Mi explicación del asunto es simple, pero ni un milímetro más. La política en España se ha convertido en literatura: todo el mundo escribe y nadie lee. La razón y proliferación del abstencionista es, crudamente, que no puede votarse.