EL MUNDO 14/07/14
SANTIAGO GONZÁLEZ
Ha ganado Pedro Sánchez, tal como se intuía desde que se contaron y recontaron los avales, pero las cosas no serían sustancialmente diferentes de haber ganado Madina. Considerados los candidatos de uno a uno o de tres en tres, no se adivina qué pueden aportar que no tuviera Rubalcaba. Entre los problemas que tiene su partido en esta hora, el del líder no era el más urgente. Para etapas de crisis como éstas se inventaron las gestoras. El hundimiento que el PSOE comenzó a mostrar en las dos citas electorales de 2011 (municipales y generales) no tiene solución con el cocido maragato, yendo a la tajada, cambiemos al secretario general y quédese el resto para postre.
Debieron entonces declarar el partido zona catastrófica, preguntarse cómo hemos podido llegar a esto, depurar los errores del zapaterismo, preguntarse cuál es la alternativa socialdemócrata en tiempos como los actuales, definir la política adecuada y después, sólo después, buscar la dirección más adecuada para el proyecto resultante.
No ha sido así. Prueba de ello es el valor asumido de la necesidad de un giro a la izquierda entre los candidatos y sus votantes, como si el error Zapatero hubiera sido justamente el de recuperar súbitamente la razón la noche del 10 de mayo de 2010.
Dos hechos sobresalientes: nunca antes se había elegido al máximo dirigente del partido por votación directa de los afiliados y la participación ha desbordado las previsiones más optimistas. La abstención ha quedado por debajo de la abstención media en las 11 elecciones generales celebradas en España desde junio de 1977.
La voluntad de los afiliados ha coincidido con el designio del aparato, el peso de Andalucía en el socialismo español y esa tradición de optar por el desconocido. Recordemos que Sánchez le había ganado en los avales al secretario general del Grupo Parlamentario del PSOE en el Congreso y también en la tierra de Madina, el País Vasco, donde le ha vuelto a ganar en votos contantes y sonantes.
El sistema de elección directa del secretario general ha sido un éxito, pero va a anular el interés que pueda tener el Congreso propiamente dicho. No es fácil que vuelva a vivirse aquel momento del 79, en el que Felipe González se consideró incompatible con la definición marxista del partido y tuvieron que tomarse unos meses para recapacitar y volver a llamarle: «¡Que lo que tú quieras, Felipe!». Tal vez en el futuro se pueda ahorrar el congreso. Los afiliados eligen al secretario y éste elige a su Ejecutiva y define también su programa.
Una incógnita es, si descubiertas las ventajas de la elección directa, el PSOE abogará por implantarla en las elecciones municipales, para que los alcaldes sean elegidos por el voto directo de sus conciudadanos, como si fueran los secretarios generales de sus pueblos.