José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

La izquierda, los grupos nacionalistas y los independentistas desean aplicar en el Parlamento un ‘cordón sanitario’ a Vox. Políticamente es poco inteligente y democráticamente, cuestionable

Vox va perfilando su estrategia de crecimiento. Consiste, por una parte, en convertirse en un genuino partido antisistema, y, por otra, en ensanchar su electorado hasta alcanzar los más populares y más insatisfechos. Santiago Abascal ha sido nítido en este doble planteamiento en la entrevista que publicó el ‘Corriere della Sera’ el pasado 30 de noviembre. El presidente de Vox se presenta como valedor de los que “pagan” el precio de la inmigración (“robos, violaciones e inseguridad”); ataca a la dirigencia bruselense; acusa al PP y Ciudadanos de haberse incorporado al “consenso progre”, y califica a Pedro Sánchez de “peligro público”, propugnando la ilegalización de los partidos independentistas y el enfrentamiento a tres fenómenos de nuestro tiempo: “La islamización; el totalitarismo progresista y el invierno demográfico”.

Vox busca caracterizarse como un partido ‘outsider’ respecto de todos los demás, remasterizando los objetivos de un Podemos que tiene serias expectativas de incorporarse al ‘establishment’ dejando un hueco electoral muy apetitoso en esta era de malestar social. Los dirigentes de Vox reformulan el concepto de ‘casta’, de ‘gente’, y transforman el significado de los ‘de arriba y los de abajo’, una vez que Pablo Iglesias y su partido pueden estar en el trance de pasar de la indignación en el asfalto del 15-M al convencionalismo de las moquetas ministeriales y del coche oficial. Si, además, forman Gobierno con el PSOE y se apoyan en ERC, a base de un intercambio de concesiones de distinta naturaleza, se produciría un escenario ideal para Vox, al margen de que no resultase en absoluto sugestivo para el conjunto de España.

Hoy se constituye la Mesa de la Cámara y los grupos, menos el PP y Ciudadanos, no quieren que Vox se siente en “el órgano rector” del legislativo

Vox es la tercera fuerza política. Obtuvo en las elecciones del 10-N 3.640.000 votos, el 15,09% de los emitidos, y 52 escaños en el Congreso y dos senadores. Hoy se constituye la Mesa de la Cámara y los grupos, menos el PP y Ciudadanos, no quieren que el partido de Abascal se siente en “el órgano rector” del legislativo que “ostenta la representación colegiada” del Congreso (artículo 30 de su reglamento). La izquierda, los grupos nacionalistas y los independentistas desean aplicar también en el ámbito parlamentario un “cordón sanitario” a Vox. Políticamente es poco inteligente y democráticamente, cuestionable. Lo primero, porque nada le resultaría más conveniente a Vox para su caracterización de partido antisistema que los demás lo considerasen como tal. Lo segundo, porque al marginar de la Mesa a un grupo con 52 escaños, se está privando de representación en el órgano de gobierno de la Cámara a un número de electores demasiado considerable como para que ni ellos ni los de otros partidos entiendan ese apartamiento.

Los ‘cordones sanitarios’ consisten en otra cosa: combatir las ideas extremistas de forma implacable, evitar compromisos con quienes las mantienen y oponer alternativas que neutralicen sus propuestas. Sistemas colonizados ya por grupos radicales (es el caso de Suecia o Noruega) han ensayado con relativo éxito los ‘cordones sanitarios’. Otros han optado por la colaboración (Austria, Italia). Hace falta tiempo para saber cómo evolucionan esas fuerzas extremistas. Con y sin cordón sanitario, parece que progresan, que no remiten. Demos tiempo al tiempo.l

Por lo demás, para que se entienda —y se asuma— que es procedente cualquier cordón sanitario, hay que demostrar coherencia y no incurrir en la hemiplejia sectaria a la que aludía Ortega, sea de derechas o de izquierdas. El 18 de mayo de 2018, el presidente en funciones calificó a Quim Torra como “el Le Pen español”. Lean la crónica de Juanma Romero de ese día en este diario y comprobarán el énfasis de esa declaración de Pedro Sánchez. Si el presidente de la Generalitat es como la líder de la extrema derecha francesa, no resulta entendible que el PSOE y el Gobierno en funciones estén negociando con ERC, que es el partido que sostiene a Torra en su cargo. La pregunta es obvia: si el dirigente separatista catalán es el vivo retrato del ultra francés, ¿acaso no merecería aquí un cordón sanitario, como aplica Macron allí?

Si el dirigente separatista catalán es el vivo retrato del ultra francés, ¿acaso no merecería aquí un cordón sanitario como aplica Macron allí?

Quizá Sánchez esté manejando la estrategia de François Miterrand que, para debilitar a la derecha gaullista, fomentó el crecimiento del entonces Frente Nacional del ya anciano Jean-Marie Le Pen (1928), cuyos pasos sigue su hija Marion Anne (más conocida como Marine), que ha cambiado el nombre al partido: Agrupación Nacional, segunda fuerza política en Francia por delante de la derecha republicana y la izquierda, sea socialista o la extrema de Jean-Luc Mélenchon. Por eso, parece muy razonable que el PP y Ciudadanos, en esta concreta ocasión, permitan en el Congreso que Vox se siente en su órgano rector, la Mesa de la Cámara.

Es posible que si los radicales de uno y otro signo estuvieran en posición de decidir, incurriesen en todo tipo de arbitrariedades. Precisamente por esa razón, hay que tener muy presente la advertencia, tan sabia, de Jorge Luis Borges, según la cual “hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”, máxima que el argentino reformuló de otra igualmente célebre de Marco Aurelio que decía así: “El verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele”. Los demócratas no deben hacer jamás lo que harían aquellos que no lo son, ni parecérseles. Por principios, por coherencia y por eficacia.